Han pasado 166 días desde la declaración del estado de alarma –fue el 14 de marzo– y 69 desde que se puso fin a éste iniciándose lo que empezó a llamarse ‘nueva normalidad'. Durante este tiempo, y coincidiendo con el verano más atípico de la historia de Balears, se han ido aprobando centenares de normas –estatales, autonómicas, en forma de decretos, de instrucciones, de recomendaciones y de reforma, prórroga o adaptación de anteriores– que han creado una suerte de ‘corpus normativo pandémico' que, pese a su provisionalidad condicionan el día a día de las personas.
Casi 300 de estas disposiciones tienen rango autonómico. El último paquete normativo, anunciado el miércoles por la presidenta Armengol, empezará a concretarse este viernes en el BOIB. Una de las más llamativas es la de extender la prohibición de fumar en el exterior (calles y terrazas de bar, también) con independencia de que se guarde o no la distancia de dos metros. Es lo que ocurrió con las mascarillas. Son medidas destinadas a contener contagios. Se trata de medidas excepcionales y temporales pero es previsible (o eso creen algunas personas) que alguna se mantenga en el tiempo.
El fiscal superior de Balears, Bartomeu Barceló es un habitual del bar Bosch, en Palma. «Soy fumador y me aguanto», afirma. Entiende que es necesario. Afirma que la Constitución es clara y que cualquier norma que pudiera afectar a derechos fundamentales (sin entrar en detalle sobre si eso ha ocurrido e insistiendo que responde de manera genérica e informal) requiere su aprobación por ley orgánica salvo que se tomen durante los estados de alarma, excepción o sitio. Asume que «es posible» que igual que sucedió en la Comunidad de Madrid, haya quien pueda recurrir y que los tribunales superiores de justicia autonómicos pueden llegar a pronunciarse si se les requiere.
Onofre Flexas es el propietario del Bosch. Ya no hay ceniceros por las mesas. No es lo único que le preocupa. También todo lo referente a la limitación de aforo. Y, sobre todo, que «yo no soy policía» para controlar a la gente. Confía en el buen criterio de quienes acuden al bar y en su «responsabilidad». Entiende que si la situación era mala, estas nuevas restricciones la empeorarán. «Vamos a esperar», dice.
Preparando el bar
Natalia es copropietaria del bar Glop´s. De momento hay ceniceros en las mesas del exterior. «Mañana los quitaremos», dice en referencia a este viernes. Afirma que se guardaba la distancia entre mesas y «ahora se guardará más» cuando reduzcan el aforo. Lo que ya ha hecho es retirar taburetes de la barra.
«Creo que la prohibición de fumar en las terrazas es lo que puede afectar más, lo que más preocupará», comenta. Y añade: «Hay gente que venía al bar sólo para poder quitarse la mascarilla». Con la nueva normativa será obligatoria en bares y restaurantes hasta el momento de consumir.
Se llama Robert, es de Sitges y lleva unos días en Palma. «Habrá que asumirlo», dice. Y enfatiza: «Soy respetuoso y no fumo si molesta pero lo de prohibir fumar en la calle me parece un poco raro, la verdad». Y se pregunta: «¿Qué será lo próximo».
Un paseo por la calle permite ver que hay menos gente fumando y que está asumido que el tabaco es causa de muerte y de cánceres y enfermedades respiratorias. Stefan fuma en la puerta de su peluquería, en la calle Brossa. Es alemán y afirma que esta temporada ha sido «terrible» ya que su clientela es alemana, sueca e inglesa y este año no hay turistas.
«Estoy pensando volverme a Alemania», dice. Lamenta la dispersión de normas, «también pasa en Alemania» y afirma que «Europa tendría que definir una estrategia común». «¿Para que sirve Europa, si no?, pregunta.