A medida que concluyen las pruebas de acceso a la universidad, los viajes de fin de curso comienzan a llegar a la Isla. En el hotel Palma Bay del Arenal se alojan desde el sábado pasado una treintena de jóvenes procedentes de A Coruña. Desde hace una década, la agencia de viajes de fin de curso Tumbalea trae a jóvenes de toda la Península a Mallorca, centrándose en las zonas del Arenal y Magaluf.
La pandemia ha reducido en un 90 % el número de viajeros: en 2019 la empresa trajo a 5.000 estudiantes y, este año, hasta el 24 de julio, solo vendrán 500. Del mismo modo menguan los monitores que acompañan a los jóvenes: de las 70 personas que formaban el equipo de Tumbalea en el verano de 2019, este año solo queda una docena.
Los jóvenes pueden pasar una semana en la Isla, en régimen de todo incluido, por unos 450 euros de media: «Podíamos escoger entre un interrail o venir a Mallorca. En un principio debía viajar todo el grupo y, al final, de 90 compañeros, hemos venido 12. Está todo cerrado, tendremos que adaptarnos», explicó Antón Louro, que visita la Isla por primera vez. Las actividades de los estudiantes se han reducido de forma considerable.
El principal afectado es el ocio nocturno, uno de los atractivos para los jóvenes: «Venir a Mallorca cuando acabamos el curso es una tradición en nuestro instituto. Ya sabíamos que no iba a ser como todos los años, habrá que ir a la playa más a menudo o hacer deporte: en vez de fiesta, otros divertimentos», expresó Álex Antelo, del IES Isaac Díaz Pardo.
Un viaje diferente
Dada la excepcionalidad de la ocasión, los jóvenes cuentan con otras opciones con tal de que siempre haya algo que hacer. Durante su semana de estancia visitarán playas, tendrán pequeñas fiestas temáticas y podrán practicar distintos deportes, como el pádel surf o el volley playa. Aun así, los jóvenes señalan el extraño ambiente que envuelve al viaje: «El aeropuerto estaba vacío y el bufet libre del hotel va muy lento, hemos de ir uno por uno. Se echará de menos a la gente, al ambiente que caracteriza Mallorca», señaló Paula Bouza.
Durante el estado de alarma se registraron multitud de cancelaciones, así como por los cambios en la EBAU. Muchos jóvenes temían viajar y contraer el virus: «Siempre quise venir, pero también tuve mis dudas. Cuando más miedo he pasado ha sido en el avión, donde no había ni un solo asiento libre. Al llegar nos hemos relajado un poco más», comentó Ana Corrales.
Pese a todo, mantienen una actitud positiva. Aprovecharán el viaje para olvidar el estrés producido por el confinamiento y las eternas horas de estudio: «Mis expectativas del viaje son bastante altas. Sabemos que no va a ser como todos los años, pero siempre será mejor que lo que podamos hacer en casa. Preferimos amenizar el verano teniendo en cuenta todo lo que nos espera», afirmó Isabel Castro.