El Casal Petit de Palma, que forma parte de la congregación Hermanas Oblatas, atendió desde el 13 de marzo hasta el 21 de junio a un total de 370 mujeres que ejercen la prostitución, un aumento significante en comparación con las alrededor de 240 a las que asiste cada año. Son los datos que se extraen del último informe social de Oblatas del Santísimo Redentor denominado ‘Impacto de la COVID-19 en las mujeres que ejercen la prostitución y/o son víctimas de trata con fines de explotación social', que presentaron ayer de forma virtual y en la que participaron la coordinadora del Casal, Magdalena Alomar; la responsable del Centro de día Al Alba en Sevilla, Marisa Cotolí ; y la investigadora Begoña Vera Guanche.
Nueva realidad
Aunque el consumo de la prostitución disminuyó, la realidad es que no desapareció. Se readaptó a un nuevo escenario: la tecnología. Magdalena Alomar apunta que «la situación de precariedad, pobreza y exclusión que viven las mujeres que ejercen esta profesión se ha visto muy agravadas por la crisis sanitaria, mientras que el periodo de confinamiento ha provocado violencia, coacción y explotación por parte de los proxenetas hacia ellas», potenciando así la tecnología como nueva vía de consumición. «Se ha dado situaciones de mujeres que han tenido que pagar habitaciones o permanecer en los clubes sin que los propietarios cubrieran las necesidades básicas. Incluso, nos cuenta, llegando a racionalizar la comida».
Los programas sociales de Oblatas han ofrecido durante estos meses atención y seguimiento telefónico, así como formación, a las víctimas que solicitaban información, cobertura, orientación o acompañamiento. Pese a la dura realidad de estas mujeres, destacan la «positiva experiencia» que ha sido trabajar en red y la atención psicológica que se ha facilitado, ya que el confinamiento ha generado «angustia o apatía», como también «inseguridad por el futuro», llegando, en muchos casos, a replantearse dejar la prostitución.
El cibersexo o las videollamadas, nuevas formas de prostitución
El estudio que presentó ayer la entidad Oblatas del Santísimo Redentor, en el cual también se incluyen dos proyectos de Italia y uno de Portugal, constata el incremento de la tecnología como nueva forma de prostitución, como el cibersexo o las videollamadas.
Entre las consecuencias que ha supuesto esta práctica aparece el estrés emocional y el miedo. Destaca que las mujeres se han visto «sometidas y obligadas» a ejercer la prostitución durante la cuarentena a través de nuevos escenarios. Estas circunstancias han provocado un aumento en las peticiones de ayuda, lo que ha permitido a las asistentes descubrir clubes a los que antes no se habían accedido y conocer a más mujeres víctimas de trata.