Toda la jornada de este lunes tuvo algo de dejà vú. A mis cuarenta y tantos, la memoria del boom turístico de los 60 queda restringida a algunas imágenes redinfundidas del No-Do o a determinadas versiones tardoochenteras de la Década Prodigiosa. Como aquella de Cristina y Los Stop titulada El turista 1.999.999. Un tema, sin duda, con mucho más ritmo que el por estas fechas inusual silencio que al filo del mediodía reina en la avenida de la playa del Port d'Alcúdia. Sólo resquebrajado por el escaso tráfico rodado, el estruendo de una máquina sopladora, percutida por los operarios de una empresa de jardinería de Inca, y la voz de un pakistaní hablando a gritos a través del móvil, mientras supervisa las obras que se llevan a cabo en el badulaque que, a todas luces, regenta. También se percibe el murmullo de la casi decena de periodistas que aguardamos la llegada de los cuatro turistas que, si bien ayer no sumarán el dos millones, su presencia, como la de esos de era yeyé, también es de suma importancia.
A esas horas de la mañana, el aparthotel Alcúdia Garden, único establecimiento comercial abierto en las inmediaciones, está a punto para los primeros viajeros que este año de coronavirus recalarán en el gran polo turístico del norte de Mallorca. La cuestión no es menor y también flota cierto runrún en el interior del vestíbulo, cuando el retraso del microbús que traslada a los huéspedes desde el aeropuerto de Son Sant Joan ya es un hecho. Tras atender a los medios con la característica educación y elegancia personal de los profesionales de nuestra hostelería, el director del Alcúdia Garden, congrega a todos los trabajadores del aparthotel frente al mostrador de recepción. La razón, nos cuenta Joan Company, no es otra que dar la bienvenida a los primeros clientes y hacerlo de manera especial: con el aplauso de los hombres y mujeres que en estos primeros días de nueva normalidad, distancia social y mascarillas lo darán absolutamente todo para que, al final de sus vacaciones, los primeros turistas alemanes de esta funesta temporada, regresen a su hogares con ese souvenir que es la grata experiencia de la Mallorca de siempre y con el convencimiento de que, también como siempre, la Isla es un destino seguro y saludable, aun pese a las excepcionalidades del momento. Como la del hecho de, en pleno 2020, ser recibidos como los turistas récord de los 60. Con cámaras y micrófonos a la escalerilla del bus. Sólo falta una muestra de ball de bot en plena calle para acabar de plantarnos en el pasado. Aunque eso ya habría sido demasiado. La presencia de los medios constituye factor suficiente para contribuir a la estupefacción.
Falta un minuto para la una de la tarde cuando los fabulosos cuatro atraviesan el hall del hotel entre flashes, aplausos y copas de cava. Y como estrellas del rock, declinan hacer declaraciones a los medios. El viaje iniciado en la madrugada de Dusseldorf ha sido largo y agotador. Tras el check in de rigor, perfectamente oficiado por Miquel Alonso, jefe de recepción del Alcúdia Garden, tienen más ganas de acomodarse en sus respectivos apartamentos que de departir con los chicos de la prensa. Una lástima para esta página, desde luego. Pero también es comprensible y es normal.
Por lo visto, el show previo, el de horas antes en el escenario de Son Sant Joan, ya ha sido todo un hard day's nigth.