La Platja de Palma ya no es una zona unitaria; ahora son dos zonas diferentes que se dan la espalda. Junto a la costa, en la arena, está la alegría de los residentes, que por fin disfrutan de una playa cedida durante años a los turistas. A sus espaldas, está la otra Platja de Palma, la de la pesadilla de hoteles, resataurantes, comercios, tiendas de souvenirs y supermercados cerrados a cal y canto. Hoy abrirán tres hoteles en esa zona, pero aún así ayer había muy poco movimiento. A fin de cuentas abren tres de más de cien.
En la playa estaban las familias García, Rodríguez y Lloret, Unos viven en Campos y otros en Palma y ayer quedaron para verse después de casi cien días de no poder hacerlo por el estado de alarma. Reconocen que da cierta tristeza ver así la zona.
Frente a ellos, en primera línea, está la cafetería Zur Krone (Hacia la corona), que regenta Christian Lafourcade. Dice que los fines de semana sobrevive gracias a los residentes, pero espera que la llegada de turistas le permita aguantar también entre semana. Desde el 11 de mayo, día en que abrió, afirma que ha notado un aumento de la confianza.
Justo al lado del Riu Concordia, está el restaurante Mamma Muu. Sasha Martínez espera que los primeros turistas se acerquen hasta allí para tomar algo. Su establecimiento está a unos metros de la zona cero de la pesadilla distópica que viven la Platja de Palma y el Arenal. Dos de los establecimientos emblema del turismo de excesos, el Bierkönig y el Bamboleo, permanecen mudos y cerrados a cal y canto, uno frente al otro, a la espera de turistas que no se sabe cuándo llegarán.
Un empleado chino de una tienda de souvenirs prepara la mercancía a ver si a partir de mañana puede vender algo. Ya se ve más moviento, pero lo que ayer había por esta zona no eran turistas, sino periodistas entrevistando en bucle a los mismos comerciantes.