Un juzgado de Palma somete a Ryanair a la legislación laboral española y condena a la aerolínea por el despido de una tripulante de cabina que se negó a continuar volando cuando ya se habían superado sus horas máximas en el aire en un día. La sentencia califica el despido como improcedente y además impone el pago de la indemnización a la trabajadora a la aerolínea porque considera ilegal la subcontrata que hace para el personal de cabina a través de otra empresa de Irlanda.
La empleada vivía en Mallorca y su base era el aeropuerto de Palma. Sin embargo, firmó su contrato con Workforce International, una subcontrata de Ryanair, cobraba la nómina desde Irlanda y su contrato incluía una cláusula por la que se sometía a la legislación de ese país. Sin embargo, el juez señala en su sentencia que se le debe aplicar la normativa española: «Los vuelos tenían su origen y destino final en España». También aprecia la existencia de una cesión ilegal de trabajadores, lo que desplaza la responsabilidad del despido a Ryanair. El magistrado considera demostrado que todas las decisiones sobre horarios y organización del trabajo los tomaba la aerolínea que emplea subcontratas para buena parte de su personal de cabina.
El despido se produjo después de que toda la tripulación de uno de los aviones se negara a operar el último vuelo del día. Habían comenzado a volar en torno a las once de la mañana desde Palma. Ese día tenían cuatro trayectos diferentes y comenzaron a acumular retrasos. El último vuelo era un Colonia (Alemania) a Mallorca. Cuando aterrizaron en el aeropuerto alemán pasaban las once y media de la noche y acumulaban dos horas y media de retraso.
El vuelo de vuelta suponía dos horas más y el capitán del avión planteó a la tripulación hacer uso de la captain discretion que permite extender el máximo de horas de vuelo. La tripulación se negó y alegó una situación de cansancio que impedía afrontar dos horas de viaje con seguridad con un pasaje enfadado por el retraso y además sin agua ni comida a bordo. Los responsables de Ryanair presionaron a los trabajadores que se mantuvieron firmes en su negativa. Al día siguiente fueron llamados a Dublín y, cinco días después, se produjeron los despidos.
El juez niega que hubiera «indisciplina ni desobediencia» en la trabajadora que estaba afectada «por un elevado grado de fatiga física y estrés emocional que le impedía llevar a cabo con eficiencia y sin afectar a la seguridad del vuelo su cometido».