Una de las mayores preocupaciones de la ciudadanía, una vez superado el confinamiento, es el empleo. Buscar trabajo en la era post COVID se ha convertido en una carrera de obstáculos. Desde que se inició la desescalada, son muchas las personas que han optado por la formación extra debido a las pocas oportunidades que encuentran en el mercado laboral.
Juan Márquez, de 31 años, lleva 14 en la hostelería. Trabajaba a jornada completa en un conocido restaurante de s'Arenal hasta que la pandemia también sacudió al establecimiento. «Me quedé sin trabajo, pero en lugar de desanimarme he aprovechado todo este tiempo para formarme». En tres meses se ha sacado un curso de gestión inmobiliaria y ahora está aprendiendo nutrición para un posible oficio como distribuidor independiente. Mientras suena alguna campana, ha vuelto a trabajar como camarero en el local de s'Arenal, aunque con menos horas: «Solo voy los fines de semana porque no hay clientes. Llevo meses echando currículums en todas las plataformas on line para encontrar otro empleo y parece que las empresas no dan oportunidades», lamenta.
Algo parecido le ha pasado a Nanda Barbosa, de origen vasco. Aterrizó en la Isla en 2019 con la intención de trabajar en verano para ganar dinero mientras lo compaginaba con un curso de seguridad privada. «Encontré un trabajo en marzo. Cuando estaban a punto de contratarme, se decretó el estado de alarma». Nanda perdió esta oportunidad en la hostelería. Su curso, asimismo, también se paralizó. «Teníamos que finalizar en abril. Estamos en junio y aún no sé cuándo podré hacer las pruebas que me faltan», explica. Su búsqueda de empleo está siendo agridulce, sobre todo porque tampoco puede probar suerte en la seguridad privada hasta que no tenga el título. «Quiero pensar que pronto tendré un empleo, sostiene. A la espera de recibir alguna llamada, sigue formándose con cursos del SEPE.
Formación laboral
Lidia Barrios y Héctor Meza son dos de las 300 personas inscritas en el área de Formación, Orientación e Intermediación de Càritas Mallorca que, durante estos tiempos difíciles, han solicitado asesoramiento para encontrar un trabajo. A Lidia no se le caen los anillos. Cuenta que antes del confinamiento cuidaba un domicilio particular. Sin embargo, a finales de marzo, la familia prescindió de Lidia. «He intentado salir de esto como he podido». Ha estado tres meses confinada con su hija menor de edad y sin poder pagar el alquiler. Al final ha conseguido un nuevo empleo, aunque con muy pocas horas. «Ha sido un milagro de Dios», asegura. Héctor, de 59 años, sigue echando currículums por doquier. «Estamos deseando que termine esta pandemia para que haya más oportunidades. Ahora lo que deseo es que renueven a mi hijo en su oficio». La familia, que llegó hace un año desde Venezuela, sigue esperando a que el teléfono suene «rapidito».
La temporada de verano era el salvavidas para miles de personas en la Isla, así como para Yeriluz Portela, de 25 años, y Anyi Valencia, de 25. Tuvieron que solicitar ayuda a Càritas. Asumen esta etapa «difícil» para reinventarse y formarse, aunque con esperanza de que la desescalada traiga buenas noticias.
2.650 personas ya han solicitado ayuda a Càritas
Desde que se inició el estado de alarma, 2.650 personas han solicitado ayuda a Càrtas Mallorca, según los datos recogidos hasta el 15 de mayo.
También se han repartido 6.000 euros de becas a las personas que participan en los talleres de Inserción de Càritas, mientras que unos 300 usuarios se encuentran inscritos en el área de Formación y Orientación.