Miguel Blázquez es una de las miles de víctimas mortales que ya ha dejado el brote del nuevo coronavirus en España. En concreto, falleció el pasado 28 de marzo en un hospital de Salamanca.
Miguel tenía 83 años y se encontraba bien de salud. Sin embargo, la pandemia se cruzó en su camino y terminó con él. Se trataba de uno de los enfermos asintomáticos, pero la COVID-19 lo atacó con fuerza y murió.
Su hijo Miguel Ángel vive en Palma desde hace 20 años, donde trabaja como funcionario. La muerte de su padre ha supuesto para él un palo descomunal. La insularidad y las dificultades para desplazarse, incrementadas exponencialmente durante el estado de alarma, le han impedido despedirse de su padre.
Todo ha sido muy rápido, a la par que cruel. Miguel habló con su padre el 26 de marzo, cuando lo ingresaron. El día 27 puedo llegar a su pueblo salmantino del que procede, tras volar a Madrid y pasar un auténtico calvario. «Había sólo un avión a Madrid y al llegar allí estaba todo cerrado», narra.
Los esfuerzos fueron en vano porque su padre estaba aislado y no lo dejaron verlo. El día 28 recibió la peor llamada de su vida: su progenitor había muerto y tenían que ir a recoger el cadáver lo antes posible porque su habitación tenía que ocuparla otro enfermo con COVID-19. Miguel explica que en Castilla y León la situación ha sido mucho más complicada que en Baleares.
A la dureza de perder a su padre, tuvo que añadir la de no poder abrazar a sus hermanos; uno de ellos había estado en contacto con su padre. Miguel necesita volver a la casa de su padre para asimilar que ha muerto y poder despedirse de él. La última vez que lo vio fue el pasado mes de diciembre.
Los recuerdos de su padre están muy presentes en su día a día. «Era muy trabajador, agricultor y ganadero, era una bellísima persona. Era un trozo de pan, le gustaba estar en la calle y era muy querido en el pueblo. Nunca se quejaba de nada; se rompió la tibia y el peroné, nunca se quejó y volvió a caminar», recuerda. En este sentido, destaca que pertenece a una generación más dura.
Palabras de Miguel Blázquez para su padre:
«Por una generación que luchó hasta el último día de su vida y no hemos podido despedirnos con cariño y el respeto que se merecen. D.E.P.».