Pedro Oliver Ferrer abre los ojos despacio en la calle San Miguel cuando los técnicos sanitarios le sacan de la ambulancia. Hace un día caluroso y el sol le deslumbra, pero esto no impide que pueda respirar, por primera vez en dos meses, el aire del centro de Palma, este que tanto conoce y donde tanta gente le quiere. Desde los ventanales de la –poca– concurrida calle, los vecinos le aplauden tras su llegada. El 16 de junio cumplirá 95 años y podrá contar a sus nietos que ha salido recuperado del coronavirus del hospital.
«Le he visto en muchas ocasiones al límite, pero los médicos siempre consiguen salvarle», dice su hija Mercedes Oliver, que este jueves junto a su hermana Catalina sorprendieron a su padre tras salir del Hospital Joan March. No es la primera vez que Pedro atraviesa los pasillos de este centro. Ha estado enfermo en varias ocasiones porque tiene infección de orina y respiratoria.
Hospitalización
Pedro ingresó en Son Llàtzer el pasado 12 de marzo. «Tosía mucho y le costaba respirar». Sus cinco hijas decidieron que la mejor opción era llevarlo al hospital. Allí permaneció hasta el 23 de marzo. Catalina y Mercedes acompañaron a su padre en todo momento. Hacían turnos de 24 horas. En abril pidieron que le trasladaran al Joan March «porque conocemos a todos los sanitarios y siempre ha estado muy bien cuidado», reconoce Mercedes. La prueba del coronavirus no se la hicieron hasta mediados de abril. «Dio positivo, pero nuestro padre estaba estupendo. Cuando hablábamos con él por teléfono nos decía que estaba muy contento, muy mimado y muy animado».
La vida de Pedro ha estado marcada por los libros y la posguerra. Cuando era joven emigró a Madrid. Allí pasó unos años antes de regresar a Mallorca. Fue profesor de matemáticas en la UIB y todavía es capaz de reconocer cómo era Ciutat en aquellos tiempos. «Cuando paseamos va señalando que en este piso se encontraba tal despacho; que aquí trabajaba tal persona», cuenta Mercedes.
Pedro proviene de una familia numerosa y longeva. De los 12 hermanos, ahora quedan cinco: Carmen (96), Pablo (93), Pilar (90), José (a punto de convertirse también en nonagenario) y Pedro. No solo comparten apellidos, también travesuras porque desde pequeños han estado muy unidos. «Todos preguntan por él a diario». Uno de sus seis nietos reside en Madrid, y él le dice que ni se le ocurra salir a la calle.
Pedro no sabe que ha pasado el virus, pero sí conoce esta enfermedad y entiende que sus hijas no hayan podido ir a verle desde el 23 de marzo. El padre de un primo hermano suyo era médico y murió atendiendo a pacientes, según narra Mercedes. Por eso tiene tanto aprecio a los sanitarios. «Les pone hasta motes». Su historial por el Joan March es largo pero positivo.
–«Papá, no estás contento de salir?», le decía este jueves su hija Mercedes.
–«No. No me quiero ir».
El señor Oliver no se quería ir, pese a la alegría que mostraron las enfermeras porque se ha recuperado muy bien de la enfermedad.
El próximo 16 de junio, Pedro recibirá una sorpresa por su cumpleaños. La familia tendrá que duplicar la celebración. En breve volverá a ver a sus cinco hermanos, inseparables, y recibirá llamadas del resto de familiares. Mercedes quiere dejar claro aquí el inmenso agradecimiento a los sanitarios «porque siempre han cuidado muy bien a mi padre». Y porque cada vez consiguen salvar la vida a Pedro.