El aeropuerto de Son Sant Joan perderá este año más de 22 millones de pasajeros como consecuencia directa del impacto de la crisis provocada por la COVID-19 en la industria turística española y europea.
De los 29,7 millones que se contabilizaron a finales de 2019, la previsión es que este año el flujo de pasajeros no llegue a los ocho millones. Cifra ésta que puede variar a la baja dependiendo de cómo se reactiven los principales mercados emisores turísticos.
Desde la entrada en vigor del estado de alarma, a mediados de marzo, «la caída del tráfico aéreo en Son Sant Joan ha sido drástica y la programación de las compañías aéreas está totalmente distorsionado por la actual crisis y las medidas de cierre de fronteras entre países. No sabemos qué puede pasar en los próximos tres meses, pero todo indica que la actividad aérea no se va a recuperar a corto ni medio plazo», explican fuentes aeronáuticas.
Mercados
Un dato que va a marcar la evolución del tráfico de pasajeros y aviones es la decisión que adopten al respecto los diferentes gobiernos europeos para reactivar el flujo aéreo entre países de aquí a final de año.
En este mes de abril, el descenso ha sido abismal respecto a 2019, ya que si el pasado año se registró un movimiento de 2,5 millones de pasajeros en Son Sant Joan, la previsión para este abril es que no se lleguen a los 7.000 pasajeros.
Las compañías aéreas anuncian que cuando se normalice la actual situación «la programación de vuelos a Mallorca caerá, como mínimo, un 60 %, y ello dependerá de Bruselas y de cómo esté todo el proceso de movimiento de fronteras en el Reino Unido, Alemania, Francia, Escandinavia, Suiza, Austria e Italia. La situación es muy compleja para Mallorca y resto de destinos vacacionales».
El descenso del tráfico aéreo propició ayer que AENA diera a conocer que en el primer trimestre de 2020 su beneficio ha bajado un 83,1 % respecto a 2019 en toda su red aeroportuaria.
Palma es uno de los aeropuertos, tras Barajas y El Prat, más afectados. La decisión del Govern de pedir a Madrid que puertos y aeropuertos sean lo último que se abra, según las mismas fuentes aeronáuticas, «no es una buena noticia para la industria turística, porque este 2020 se va a convertir en un ejercicio muy complicado para las empresas, pero más en concreto para las aerolíneas».