La mallorquina Toñi Segado, tras más de un mes sin poder tocar tierra, lo hizo este lunes en Barcelona al permitir el Gobierno español el atraque del crucero Costa Deliziosa, que inició el pasado 11 de enero una vuelta por el mundo y se encontró en plena travesía con la pandemia de la COVID-19.
Segado era una de la veintena de mallorquines a bordo del buque, de un total de 190 españoles, y ayer se mostraba cansada, pero contenta de poder estar tranquila en la Isla y ver con otra perspectiva todo lo ocurrido en el último mes.
«Fui con toda la ilusión para hacer esta vuelta al mundo y nunca pensé vivir una situación similar con una pandemia global. Todo esto trastocó las escalas previstas, lo que generó cierta desilusión porque Costa Cruceros nos presentó otro itinerario alternativo para no tocar puertos chinos», señalaba ayer en la Isla.
Su conocimiento de varios idiomas la convirtió en portavoz de los pasajeros españoles, franceses, italianos y suizos ante el comandante Nicolo Alba. Con él tuvo varias conversaciones y entre ellas la negativa de este colectivo de acabar el viaje el próximo 26 en Venecia, por lo que la naviera Costa Cruceros se vio obligada a pedir autorización al Gobierno español para hacer una escala técnica en Barcelona.
«Más de un mes sin tocar tierra te genera cierta inquietud porque solo ves mar y mar. Esto al principio se lleva mal, especialmente cuando nos impedían desembarcar en algunos puertos. Nos sentimos como apestados, porque las barcas de suministro se acercaban al buque y nosotros solo podíamos mirar desde la borda y ver cómo se iban. Esto generó cierto estrés», apunta la viajera mallorquina.
Reconoce que el día a día en el buque era absolutamente normal y que solo se trastocó un poco la armonía cuando se conoció la expansión del coronavirus. «Ningún pasajero del buque estaba contagiado, de ahí que la escala que se hizo en el puerto siciliano de Marsala para desembarcar a un pasajero con problemas respiratorios nos alarmó, pero yo sabía que era imposible que diera positivo, como así fue».
Toñi Salgado añade que a medida que fueron llegando las noticias sobre el virus se alteró un poco la normalidad, pero reconoce que «hemos estado durante todo el crucero como en una especie de oasis, porque podíamos estar juntos, tocarnos y realizar todo tipo de actividades».
De forma jocosa relata la pesadilla de mover sus cuatro maletas por el aeropuerto, así como la «piña que hicimos todos los españoles, de ahí las lágrimas ayer en la despedida».
Confiesa que era un viaje muy especial por muchos motivos y ahora solo le queda recordar los buenos momentos vividos y descansar. La vida sigue por tierra, mar y aire.