La vida de todos los mallorquines ha dado un vuelco importante desde que se decretó el estado de alarma y el confinamiento de los ciudadanos. Esta circunstancia se ha notado en menor medida en los diferentes llogarets de Mallorca, donde los días ya pasaban apacibles antes de que la COVID-19 interrumpiera nuestra cotidianidad.
En lugares como Biniamar, Moscari, Binibona, Galilea o es Carritxó no se han producido grandes cambios, a excepción del cierre de empresas locales no esenciales o de una disminución drástica en el trasiego de vehículos en los núcleos más cercanos a las zonas turísticas.
El abastecimiento de alimentos y de productos de primera necesidad se ha seguido haciendo como hace unas semanas. Los colmados locales, en los llogarets donde aún quedan, y los desplazamientos puntuales a municipios más grandes para comprar en el supermercado son las dos vías preferidas por los habitantes de estos pueblos en miniatura.
Como ha ocurrido en el resto de Mallorca, la solidaridad entre vecinos ha servido para que las personas más mayores no hayan salido de forma innecesaria de sus domicilios y para que los más pequeños vivan estos días de confinamiento de la forma más normalizada. Ultima Hora ha recogido los testimonios de algunos habitantes de estos llogarets.
Tomeu Barceló, alcalde de es Carritxó
El alcalde pedáneo de es Carritxó explica que «la mayoría sigue con la costumbre de elaborar su propio pan, como hacían sus antepasados. Además, al disponer d eun terreno agrícola, tienen sembrada fruta y verdura, por lo que podemos hablar de autoabastecimiento. Todo esto hace que, por costumbre, los carritxoners acudamos una vez por semana o inclso cada diez días al supermercado, en Felanitx, para hacer la compra grande. En estos días de fonfinamiento se han reunido cinco familias para hacer una importante pedido de productos cárnicos a una empresa felanitxera que hace servicio a domicilio.
Maruja Marcé, residente en Biniamar
Maruja Marcé y su marido Ferran Rado viven de forma permanente en Biniamar desde hace unos seis años, aunque desde los años ochenta han tenido casa en este núcleo pertenciente a Selva. Sin poder tener contacto directo con sus dos hijos y sus dos nietas, se abastecen en el colmado de Biniamar o con esporádicas visitas al Hipercentro de Inca. «En la calle no ves ni una alma y más ahora con los bares cerrados. Las personas más mayores siguen teniendo el apoyo de sus familias o de asistentes que ya estaban con ellos antes», relata Maruja.
Maruja Marcé y Ferran Rado residen en Biniamar de forma permanente desde hace unos seis años.
José Monchu, residente en Galilea
«La verdad que es una suerte estar encerrado en un sitio tan bonito como Galilea; me cansaría más estando en otro sitio que no tuviera unas vistas tan bonitas», declara José Monchu que vive en Galilea junto a su pareja. Destaca que «estos días no se ve a nadie y tampoco a los numerosos extranjeros que viven en el municipio».
José Monchu considera un privilegio estar encerrado en Galilea.
Marga Ballester, residente en Galilea
Marga Ballester convive con su madre y trabaja desde su casa. Explica que «todo está muy parado, de vez en cuando pasa algún coche con algún trabajador». Marga, que hace deporte por las mañanas y trabaja por las tardes, dice que «afortunamdamente tenemos un poco de espacio para salir al aire libre. No me imagino como deben pasar el confinamiento algunos palmesanos en sus pisos».
Marga Ballester puede trabajar cada día desde su casa en Galilea.
Diego Cifuentes, Sa Botiga de Moscari
Desde hace un mes Diego Cifuentes se ha hecho cargo de Sa Botiga de Moscari, uno de los pocos establecimientos abiertos en este llogaret de Selva además del estanco y del dispensario de medicinas. Explica que «estas semanas viene más gente a comprar, principalmente productos de primera necesidad, y me he tenido que adaptar a esta situación a marchas forzadas». La harina y el aceite han sido los productos estrella de estos días.
Diego Cifuentes en su tienda de Moscari.
Sebastià Vicens, hotel Binibona Parc Natural
El pequeño núcleo de Binibona acoge hasta seis hoteles rurales y de agroturismo. Sebastià Vicens es el responsable del Hotel Binibona Parc Natural, uno de los más extensos y reconocidos del lugar. Explica que «cerramos nuestras puertas el fin de semana del 22 de marzo, al igual que los demás establecimientos y todo ha quedado desierto». La actividad en el campo de los agroturismos aún persiste pero desde los establecimientos hoteleros del interior ven «difícil que se pueda recuperar con ciertas garantías el turismo durante este año».
Maria Cantallops, residente en Biniamar
A sus 80 años Maria Cantallops sale al exterior para ir al único colmado de alimentación que existe en Biniamar y que está a escasos metros de su casa. «Vivo sola, me quedé viuda hace un año, y desde hace doce que estoy en Biniamar». El día a día no ha cambiado demasiado para la tía de Tomeu Torrens, el conocido cocinero que dejó el celler de Can Amer hace unos meses para emprender nuevas aventuras culinarias.
Maria Cantallops en Biniamar.
Maria Beltran, tienda de Biniamar
La actividad diaria «ha crecido bastante» en la tienda que Maria Beltran tiene en Biniamar. Maria explica que ha tenido que pedir más cantidad «de harina, arroz y lejía» porque son los productos más demandados. En cuanto a los clientes cree que «fan bonda y no dejan que haya más de una persona comprando a la vez».
Maria Beltran atiende a más gente desde el inicio del confinamiento en su colmado de Biniamar.