El estado de alarma llega a su día 26 y los escenarios que recorrió la última gran manifestación que celebró en Palma –la del 8 de marzo– están llenos de nadie.
Toca guardar la portada de este periódico de hace un mes y pasearla entre la Plaça d'Espanya, donde arrancó aquella manifestación, y el Parc de la Mar, donde terminó. Ya no habrá, en bastante tiempo, ningún evento que reúna a personas que se cuenten por miles. Posiblemente, tampoco de cientos en un tiempo relativamente breve.
Después de la manifestación del Día de la Mujer, la siguiente cita –en el calendario anterior a los tiempos del coronavirus– suele ser la del Primero de Mayo, la del Día del Trabajo. Francesc Mellado es el secretario de Comunicación de Comisiones Obreras y explica por teléfono que «no habrá manifestación este año», que no sabe cuando se organizará otra y que «tendremos que reconvertirla en algo que todavía no sabemos qué será». Entre otras cuestiones, apunta, porque «ahora será más necesario que nunca atender a la situación laboral». Desde que se inició el estado de alarma se han recibido 23.482 consultas al respecto. Sobre ERTE y despidos. Miles están relacionadas con el sector de la hostelería y el turismo.
Isabel trabaja en hostelería. Bueno, pensaba trabajar. Vive desde hace unos meses en Peguera y esta mañana espera el autobús en una de las paradas por donde hace un mes pasó la manifestación del 8-M. «Esperaba trabajar en un hotel, pero me vuelvo a Cádiz», dice. El bus al aeropuerto no llega hasta una hora después y opta por subirse a un taxi. Después le espera uno de los diez vuelos nacionales que le permitirán llegar a su casa pasando antes por Madrid.
Desde el estanco
Miles de personas se habían concentrado el 8 de marzo bajo la estatua del rey Jaume I, ahora más solo que nunca y con palomas dando vueltas por la plaza cuando no vuelan.
Carmen es una funcionaria jubilada de Hacienda que va camino del Mercat del Olivar. Vive con «un hijo soltero» y está «cansada de estar en casa todo el día». Cuenta que «intentamos pasar lo mejor que podemos» y que «ya estoy cansada un poco de la tele, todo el día con lo mismo». El estanco Palma17 no ha cerrado, salvo los domingos, desde que arrancó el estado de alarma. Recuerda Catalina que por eso no trabajó el 8 de marzo.
«Está abierto desde hace diez años y sé bien cómo se pone la plaza los días de manifestación», dice y añade que «trabajamos menos» ya que la plaza se mueve a horario comercial y de la Administración y los bancos. «Lo que estoy notando es que ahora se cargan más tarjetas telefónicas que antes», comenta.
El casi vecino estanco Palma22 sí abrió, igual que abre ahora y, además, vende los periódicos del día y revistas. Su puerta fue, el 8 de marzo, uno de los puntos donde quedar, igual que «el Cristal», que ya no es el bar Cristal sino uno de la franquicia Es Rebost. Aunque su esquina, lugar de queda para cualquier manifestación, será siempre «la esquina del Cristal».
La certeza del ‘Fairy'
Allí quedaron Leonor Taboada y otro grupo de activistas históricas del feminismo aquel 8 de marzo. Taboada habrá participado en todas las que se han organizado desde entonces. Por teléfono, desde su casa –se ha tomado en serio el confinamiento– dice que «siempre se sacan lecciones» y que tras la crisis la lucha de las mujeres seguirá indemne o crecida».
Y añade: «La culpa no es de las mujeres, ni de los inmigrantes ni de los pobres. Esta crisis nos iguala». Aprovecha para contar con humor que «mi certeza es el Fairy, cuando parece que está agotado, queda una última gota».
Control policial de tráfico entre el final de las avenidas y el tramo del Passeig Marítim que lleva al Parc de la Mar. De allí, lo más razonable es volver al centro por Portella, calle en la que funcionó en los 80 el centro de planificación familiar. Ante su cierre por decreto municipal, también se manifestaron las mujeres. ¿Habrá otras?, ¿cuándo?