Lo que eran unas vacaciones relajantes en Cuba se han convertido en una odisea para Francisco Sampol y su novia, Paula Berga. Viajaron a Cuba el 8 de marzo y tenían previsto su regreso este viernes. Las llamadas alarmadas de sus familias por el brote de coronavirus les incitaron a adelantar el vuelo sin saber todo lo que había pasado en poco más de una semana. Este martes a mediodía estaban en el aeropuerto de Barajas, justo cuando la presidenta Francina Armengol anunciaba el cierre de Mallorca por mar y aire.
Mientras estaba en Cuba, ¿supo que la situación había empeorado en España?
—Allí no hay Internet y comprábamos tarjetas en los hoteles. Cuando encendíamos el móvil, whatshapp se volvía loco. Nuestras familias nos mandaban noticias, algunas buenas, otras malas. Entre nuestras compañeras de viaje se generó miedo y algunas decidieron volver el día 14. Yo esperaba a mi novia, que estaba a 500 kilómetros de La Habana, para volver juntos.
¿Cuándo se dieron cuenta de que la situación era muy seria?
—Fuimos a cambiar el billete de regreso a una agencia de Air Europa en La Habana. Allí nos encontramos con un español que trabajaba en la Unión Europea que acompañaba a unos amigos y nos dijo: «Si tenéis sentido común, salid del país ya. Estos amigos llegaron ayer y los envío de vuelta hoy a España».
¿Recibieron alguna advertencia más?
—Fuimos a la embajada de España en Cuba. Allí todo funciona por la puerta de atrás, y oficialmente nos dijeron que no pasaba nada, pero un cubano nos dijo que iban a cerrar el aropuerto de La Habana.
¿Cómo fue el viaje de regreso?
—En el aeropuerto de La Habana todo el mundo llevaba guantes y mascarillas. El avión iba a reventar. Cuando faltaba una hora para aterrizar en Madrid, un hombre se tumbó en el suelo y le atendieron dos pasajeras con guantes y mascarillas. Parecían enfermeras. Al aterrizar, el piloto nos pidió que permaneciéramos sentados pero la gente se levantó y se pusieron las azafatas a gritar. Y entró un equipo médico anticoronavirus. La gente estaba histérica. Yo pensé que nos quedábamos en cuarentena.
¿No sabían nada de lo que ocurría en España?
—Estuvimos con el móvil en modo avión. Hasta que no llegué a Barajas no hablé con mi madre y alucinaba cuando me decían que te ponían multa por ir por la calle. En Cuba vivíamos otra realidad, nos llamaban los españolitos del coronavirus.
¿Cómo se ha encontrado Palma?
—Esperaba un atasco en la autopista y estaba todo vacío. Da repelús. No podíamos tomar café.
¿Tienen comida para estos días?
—Mi suegra nos ha hecho la compra. Nos mandó fotos de los supermercados y parecía la posguerra. Miraré lo que tengo en la despensa. Aún no me lo creo.