Recuerdo un tiempo en el que esta pasión periodística me llevaba a soñar con un día a viajar a zonas de conflicto y narrar al resto del mundo esas microhistorias que vive la gente en situaciones vitales tan críticas y que en mitad del caos se olvidan. Recuerdo encuentros con algunos corresponsales de guerra durante mi etapa de formación, me apasionaba su vocación, y yo quería vivirla así. De eso hace ya mucho y la vida ha reconducido el ejercicio de mi profesión, pero hoy muchos periodistas nos vemos a pie de trinchera, en la crisis del coronavirus, informando con la tensión que requiere lo que está ocurriendo.
En este primer día de teletrabajo se mezclan muchas novedades; los compañeros pasan a ser virtuales, el entorno es diferente, pero la situación nos obliga a protegernos para seguir, para no causar baja en esta 'guerra' contra un enemigo invisible que dispara cada día la cifra de afectados en nuestro país, en nuestra Isla.
Desde casa muchos periodistas construimos nuestra particular redacción, permanentemente conectada con el resto de profesionales que formamos este periódico y que cada día, cada minuto, les ofrecen nuevos datos, esa información que ahora todos necesitamos para sentirnos algo más tranquilos, más seguros, más esperanzados,... Y al tiempo, más en contacto con la realidad, con esa que está al otro lado de nuestras casas, de nuestros balcones. Con la vida.
Y más allá de este sector, hoy otros muchos se sientan como yo frente al ordenador para intentar que todo siga, que nada se pare, y que después de este paréntesis, casi vital, todo siga como siempre. O mejor.