En la portada del último número del Sunday Times, el caricaturista Newman publicaba una viñeta muy ilustrativa: una pareja sale de un supermercado con un carrito a rebosar y uno le dice al otro: «Compro todo lo que puedo antes de que los idiotas, aterrorizados por el virus, arrasen con lo que hay». Nuestros gobiernos tienen que lidiar con gente así; a histéricos como nosotros nos tienen que dar instrucciones de cómo comportarnos ante una crisis sanitaria. Lo admito, es una tarea imposible, sobre todo para gañanes.
Admito que no sé nada de virus, ni de pandemias, ni de combatirlas. Pero empiezo a sospechar que quienes nos dirigen saben lo mismo que yo. Tras dos meses, no ser crítico en este asunto, exige tener el cerebro impermeabilizado de un norcoreano.
Sospecho que no estábamos preparados. «El sistema sanitario del país, el mejor de Europa, está perfectamente preparado, no hay motivo para la preocupación. Hay que confiar en nuestros expertos que están monitorizando la situación. Hay que tener cautela y prudencia». Como era comprensible, carecíamos de tratamiento para el virus y tampoco teníamos camas suficientes para atender a todos los afectados. Como es incomprensible, somos incapaces de hacer análisis a todos los sospechosos de tener la enfermedad y no disponemos de respiradores. Dicen que hay un protocolo, pero evidentemente, lo han copiado de Italia. Empezamos con la «contención» del virus; ahora hemos pasado a la «contención reforzada» y les recuerdo que la última fase del protocolo es «sálvese quien pueda». Fernando Simón nos conquistó con su prudencia, cautela, sosiego y equilibrio. Pero aún no ha decidido nada a tiempo. Es gestión a la italiana: sin nadie al mando, contradictoria y errática.
Yo no entiendo nada de virus, pero sospecho que si no se puede hacer la feria de turismo de Berlín, tampoco se debería poder hacer una ‘feriecilla' para promocionar Mallorca. No comprendo por qué a mil turistas hay que encerrarlos en un hotel en Canarias mientras en Baleares los enfermos se van a sus casas con paracetamol.
Por qué los diecisiete españoles de Wuhan fueron repatriados en un avión especial y encerrados quince días en una planta de hospital en Madrid mientras que hasta este martes los viajeros de Milán llegaban a España tranquilamente. No entiendo que el domingo se pueda hacer una manifestación, jugar un partido de fútbol y celebrar un mitin y que el lunes se suspendan las clases en todo el sistema educativo. Sé que está cayendo el turismo para nuestras islas, pero creía que era por el pánico general, nada contra nosotros. Por ello, no entiendo que hagamos publicidad de Mallorca recalcando que viajen, que «nuestro sistema sanitario es excelente».
Si de verdad un buen hospital tranquiliza a los alemanes, no veo por qué no decirles que también tenemos buenos cementerios. No comprendo por qué a las doce la presidenta Armengol dice que no hay que suspender las clases y a las seis están paralizadas. Por qué no pueden llegar italianos a España en avión y un crucero escupe tres mil en Palma durante el miércoles. ¿Cómo es que el virus no ataca las concentraciones humanas de menos de mil personas, según parece pensar el Govern? ¿Qué reunión de menos de mil asistentes puede ser permitida y cuál no? ¿En base a qué criterios? Si sólo hay una cincuentena de casos de coronavirus en Baleares, ¿por qué suspender todas las consultas médicas para atender a los afectados? ¿O esas cifras no son verdad?
Lo más revelador lo leí en El País. Este periódico explicaba que, como el análisis para saber si una persona tiene el virus es caro y complicado, en Europa, España incluida, sólo encarga a las personas que tienen síntomas sospechosos. O sea, a aquellos que es probable que estén enfermos. Únicamente Corea del Sur ha hecho cien mil análisis y ha descubierto que una enorme proporción de los portadores del virus no presenta síntomas, con lo que la enfermedad es menos letal y, detectando a los enfermos asintomáticos, se puede impedir que trasmitan el virus.
Ocupar los cargos públicos de las instituciones con personas cuyo mérito principal es decir sí a todo lo que les ordena el jefe es irrelevante mientras las cosas van solas. En los momentos de crisis como este, cuando se necesita competencia, capacidad y liderazgo, la combinación de un batallón de políticos desnortados y limitados, y un sistema político impermeable a las críticas, cuyos agentes sociales viven del dinero público, genera el desastre que estamos viviendo, donde nadie sabe a quién encomendarse.
Si por lo menos aprendiéramos la lección y de esta hiciéramos una limpia...