Nereida Serra tiene el síndrome de Asperger y esta semana cumple quince años. Hoy cuenta su historia de superación diaria con motivo de la celebración del Día Internacional de este trastorno. «Los niños se piensan que por lo que tengo soy rara, no entienden cómo me expreso y se ríen de mí», explica. Y es que Nereida tiene un trastorno del desarrollo que se incluye dentro del espectro autista y aunque no presenta signos físicos específicos, sí que supone serias complicaciones para la integración social.
«Ella aletea las manos cuando habla, tiene mucho movimiento corporal cuando se expresa y le trae problemas con los compañeros», explica su madre María del Prado Cabanillas, que también tiene Asperger. Su caso es genético y hereditario. «Mi madre lo era y también mi hermana pequeña, nosotras y mi hijo menor», indica. Este síndrome puede afectar a las relaciones con los demás porque se caracteriza por una falta de habilidades sociales debido a que no entienden las bromas, son resistentes al cambio, poco flexibles con lo que piensan y poseen campos de interés estrechos y absorbentes.
El principal inconveniente para estos dos testimonios es la improvisación. «Si se descuadra algo planificado llega la ansiedad», dice la madre mientras Nereida asiente. «Yo la noche de antes me programo el día y si mañana mi hijo tiene fiebre y tengo que llevarlo al médico ya me desmonta... Me pongo nerviosa, me enfado, tengo ganas de llorar», explica María del Prado Cabanillas, que hasta hace poco pensaba que tenía un Trastorno Obsesivo Compulsivo. «Me diagnosticaron junto con mis hijos», explica. Hasta entonces «he llevado mi vida, con mis rarezas, no he sido buena en estudios pero nunca me ha faltado el trabajo». Sin embargo: «lo he pasado mal», confiesa. «Ahora estoy en el paro pero en la empresa en la que estaba tuve muchos problemas por mi forma de ser, por cómo me expreso, porque no tenemos filtros y decimos las cosas tal y como se nos pasa por la cabeza sin darnos cuenta de que puede sentar mal», comprende.
Nereida sigue asintiendo a su lado. «Somos tan iguales que chocamos un montón», dice su madre mientras la mira. «Nos gusta mucho la soledad ¿Verdad? Estar en nuestra habitación a nuestra bola».
Sin embargo, con el diagnóstico llega una especie de liberación. María del Prado es ahora vocal de la entidad Ningún Niño Sin Terapia desde donde ayuda a los demás y trabaja en equipo. Mientras, Nereida aconseja a los niños que vayan a pasar por lo mismo que ella: «Lo primero de todo es que no se asusten, que lo miren de forma positiva porque en sí el síndrome no es nada malo, te ayuda en el día a día a pesar de los altibajos», sonríe, ante un inconveniente capaz de convertirse en virtud. Como afirma su madre, «lo bueno es que tiene metas y las consigue». La otra parte es que si no lo hace «se frustra y lo pasa muy mal», explica.