Son la primera persona a la que ve un paciente al entrar en un hospital y será la última que verá al salir. Los celadores tienen una función tan necesaria como silenciosa. Apenas se habla de su papel dentro del centro hospitalario cuando, en general, son unos de los profesionales más queridos por los pacientes y por el equipo de trabajo. Y es que sin este eslabón el engranaje hospitalario no funcionaría.
«Somos una pieza fundamental, aunque en la gerencia del IB-Salut no son conscientes», reivindica María Olmo, desde UGT. Fue celadora en Son Espases hasta marzo, cuando se convirtió en liberada sindical, ahora reclama visibilidad para el sector, porque «no son conscientes de nuestra importancia, nos tienen como el último mono, pero si nosotros paramos se para todo el hospital», recuerda. «Estamos en todas partes. Somos chicos para todo».
Un celador realiza tareas de apoyo al personal sanitario, moviliza enfermos allí donde sea necesario para hacerle pruebas o para entrar en quirófano y asea a los pacientes. Sin embargo, sus funciones las dicta una directriz estatal del año 1971. A pesar de la evolución de la profesión, su labor no se ha actualizado. Ésta es precisamente una de sus peticiones, un marco normativo que recoja qué deben o no hacer, cuáles son sus competencias, pero «por lo visto cuesta mucho», se queja Olmo.
Si bien en aquella época la figura del celador era mayoritariamente masculina, hoy en día hay 278 mujeres del total de 626 celadores de los hospitales públicos de Mallorca. El pasado mes de marzo hubo casi tres mil aspirantes a un concurso de oposición para cubrir 351 plazas vacantes en todo el Archipiélago.
«Nos hacía ilusión aumentar la plantilla de celadores y la cartera de servicios», explica Xema Masana, desde el Hospital de Manacor. En el sector de Llevant son 58 personas en plantilla, repartidos en almacén, lavandería, farmacia, quirófano y la parte asistencial. «Estaría bien poner a alguien en admisión para desatascarlo un poco. Deberíamos ser cuatro o más para cubrir las necesidades», demanda sin restar méritos al esfuerzo realizado por la actual gerencia.
Como sucede habitualmente en sanidad, la propia plantilla cubre las carencias del sistema. «Necesitamos más gente, es una lucha que siempre tenemos, vamos justos», añade María Olmo. Esta celadora explica que el año pasado, para cubrir una demanda del turno de tarde en Son Espases se restó a un celador de la mañana. «Se decidió así aún con el 94 % de la plantilla disconforme», relata como ejemplo del funcionamiento.
La labor del celador tiene además una gran parte de trabajo físico. «Con el tiempo acabamos con lesiones de rodilla, de hombro… Y no es lo mismo tener 20 años que 50», cuenta. Sólo en cuanto a distancias, trabajadores de Son Espases han llegado a medir hasta 21 kilómetros andados en un mismo turno. De hecho, en el sector de Ponent, 52 celadores tienen restricciones por salud y están en puestos habilitados. «Nos echan en cara que hay muchas bajas, pero ellos mismos las provocan. Uno no puede trabajar cada día al 120 %», añade.
A Manuel Ramírez, sindicalista del Stei, le preocupa que estas cincuenta personas «están en zonas donde no pueden trabajar», y señala el caso de farmacia, un lugar que implica trabajos de carga y descarga. Por otro lado, critican el hecho de que la labor de estos cincuenta celadores con los pacientes no se cubre. «De los 315 de Son Espases, te quedas con 265», calcula un compañero, Alejandro Pons. «La falta de celadores aparte de implicar más sobrecarga y estrés, hace que el trabajo sea menos eficiente y la calidad asistencial al paciente es deficitaria», añade. Ambos coinciden en señalar que en los últimos años se han incrementado los servicios y la carga, pero no ha habido un refuerzo de personal. «Si no te llegan a quemar te encanta el trabajo», asegura Ramírez.
En otras islas
La organización entre los celadores es diferente en función del hospital. Can Misses, en Eivissa, se ha convertido, por ejemplo, en el modelo a imitar y la envidia de otros centros. «Aquí hay un celador por cada servicio y siempre estamos a mano cuando nos necesitan», explica Juan Vicente Roig. «Además estamos muy bien coordinados por los jefes de personal subalterno, que cumplen con los cuadrantes y con su trabajo», añade.
Por otra parte, en Menorca, el ambiente más recogido de una isla con poca densidad demográfica hace que el servicio sea más familiar. Los problemas surgen en verano, cuando «la población se triplica, pero no la plantilla, que es la misma durante todo el año», asegura Valentí Pons.
Tras trabajar durante diez años en el hospital Mateu Orfila, está ahora en el centro de salud Canal Salat. «Soy el único celador de un SUAP y en verano hay muchas agresiones», cuenta.
Éste es uno de los motivos por los que se producen bajas en el sector, junto con el estrés o la sobrecarga. «Hace dos años que consiguieron poner seguridad en verano por las noches». En su caso el sistema de trabajo es por turnos, rotatorio. Sin embargo, en el Mateu Orfila cambia; «su trabajo es más el de un celador al uso», comenta. «Nuestros jefes cumplen muy bien con la coordinación». Si tuviera que destacar algún inconveniente es que «los demás profesionales a veces nos tienen un poco al margen al no ser personal sanitario y ésa es nuestra lucha».