«No es un circuito» ha asegurado este martes el conseller de Movilidad e Infraestructuras del Consell de Mallorca sobre las carreras de moto en la carretera que serpentea por el paraje montañoso de la Serra de la Tramuntana declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Desde hace años y casi cada fin de semana, el rugido de los motores de motocicletas de gran cilindrada resuena en las montañas, hiere los tímpanos de las personas, aterroriza a conductores de coches que se cruzan con estas máquinas y espanta a los animales silvestres.
«Estamos ante un problema medioambiental que afecta a la Sierra, patrimonio mundial por la Unesco, un problema de convivencia para los vecinos y vecinas, y un problema de seguridad vial y de carácter cívico para los conductores y usuarios que utilizan la carretera», ha dicho Sevillano en el mirador de ses Barques, en la Ma-10.
El equipo del consejero Movilidad y de Infraestructuras se ha desplazado hasta ese lugar para valorar de primera mano las quejas de los vecinos el ruido que causan estas motocicletas que corren en grupos de hasta diez, que a veces superan los 150 kilómetros por hora en una zona en la que está prohibido circular a más de 70 kilómetros por hora, y por la que además de automóviles también circula algún ciclista que pone a prueba su resistencia en la escalada y bólidos de cuatro ruedas que desconocen donde han fijado su meta.
En este punto Sevillano y su equipo han escuchado las quejas que han expuesto los integrantes de la Plataforma de Indignados del Ma-10 y la asociación Tramontana XXI.
«Aunque esta problemática no es competencia directa del Consell de Mallorca, el conseller se ha comprometido a trabajar conjuntamente con las administraciones competentes para «ayudar y colaborar en todo lo que sea posible para aminorar, y hasta, acabar con esta reivindicación histórica», ha indicado la institución insular en una nota. Los pilotos de estas motos, enfundados en trajes de cuero y la cabeza protegida por el casco, descienden o ascienden por la carretera arrancando al motor toda la potencia y velocidad que son capaces, y en las curvas tanto se inclinan que barren el asfalto con su rodilla.
En ocasiones se transforman en una especie de proyectil de carne y metal cromado cuando al descender por la carretera adelantan una tras otra a los turismos para desaparecer en un instante dejando atrás el penacho del humo y un estruendo ensordecedor.
Las diabólicas exhibiciones de pericia sobre estas maquinas por las carreteras de esa zona de Mallorca, considerada la «joya» de la isla por la belleza de su entorno unida a fauna silvestre y una vegetación rica en endemismos, son ya parte de una larga tradición de fin de semana.
Su circuito improvisado discurre por carreteras zigzagueadas de los municipios de Pollença, Escorca, Sóller, Fornalutx, Banyalbufar y Estellencs.