En muchas familias mallorquinas hay algún miembro operado por el doctor Oriol Bonnín. Este catalán (Barcelona, 1946) que revolucionó la cirugía cardíaca y participó en el primer transplante de corazón de España, ha salvado o alargado la vida de más de doce mil personas. Su llegada a la Policlínica Miramar en 1992 marcó un antes y un después en la sanidad balear.
Se hizo cirujano a raíz de la muerte de un amigo, ¿hoy podría haberle ayudado?
—Tenía una enfermedad valvular muy frecuente. A día de hoy estaría operado, llevaría dos prótesis y viviría. Cada año lo vi empeorar hasta que murió. Lo llevaron a Francia, pero no pudieron hacer nada allí porque todos los medios no aparecieron hasta después. Ahora en España hay un buen nivel de cirugía cardíaca pero antes de que viniera a Mallorca, en el 92, muchos mallorquines sí iban a Chicago o Londres a operarse.
También a Barcelona.
—Es cierto. Operé a muchos mallorquines tanto en el Sant Pau como en el Sant Jordi. Recibí muchas ensaimadas (sonríe).
¿Cómo contactó con Miramar?
—Querían que tanto Arnau Casellas como yo viniéramos a operar de forma puntual. Para mí era difícil porque el enfermo de cirugía cardiaca es complejo y venir e irte no es la atención más adecuada para él. Pero entonces operé a Johan Cruyff y salió por todas partes, excesivamente creo, pero estas cosas pasan...
¿Vivió la operación de Cruyff consciente de la relevancia?
—Cuando le fui a ver le dije que tenía el mismo día otra operación más urgente que la suya y que podía irse a otro hospital o esperar. Me dijo que lo tenía claro. Afortunadamente fue todo bien. Hablamos en ocasiones, le recuerdo con cariño, era una persona inteligente, lista y positiva.
¿Qué oportunidades perdió para venir a trabajar a Mallorca?
—Profesionales, ninguna. Yo tenía claro que lo que hacía en Barcelona con un gran equipo y buenos profesionales aquí no estaba y hacía más falta. Mucha gente no entendió por qué me iba después de operar a Cruyff. Igual tengo espíritu aventurero...
Hay cirujanos que viven en un avión en una especie de élite de la que podría formar parte.
—Antes de cirujano hice cardiología clínica y veo mi especialidad en conjunto. En muchos lugares es así, los cirujanos operan y se van pero yo esto no lo he hecho nunca, he preferido dedicarme a los enfermos. Si alguien quiere que le opere, que venga. Son dos maneras diferentes de verlo, sin ánimo de criticar nada.
¿Lleva la cuenta de a cuántos pacientes ha operado?
—Sí, hasta unos doce mil la llevé. Había días que operaba a dos o tres enfermos como muchos en Estados Unidos o Alemania. Aquí es más extraordinario porque los hospitales no tienen un volumen tan grande, hacen unas 800 operaciones al año. Lo cierto es que Son Espases es de los hospitales que más cirugías coronarias ha hecho en España en los últimos diez años.
¿Se están operando casos que hace 50 años no se operarían?
—Sí. En 1986 conté en una entrevista ya había gente de más de 70 años que pedía que le operasen del corazón. Ahora ni se plantea, muchos de los pacientes quirúrgicos tienen más de 70. No hay que mirar la edad cronológica sino física, los hay con 80 que están mejor que otros de 60. Hace años se rechazaban pacientes por la edad, ahora ya no.
La enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte en Baleares.
—Y en todo el mundo occidental. Hay un componente genético y también alteraciones genéticas menos impactantes pero que suman como es la hipertensión o la diabetes, que es de las que más se extienden en estos momentos.
¿Es por la vida sedentaria?
—La del adulto, de tipo 2, se desarrolla por no haberse cuidado en la juventud. La obesidad y el descontrol alimentario es uno de los grandes problemas actuales. Hay tantos niños obesos por la calidad de los alimentos que toman, la grasas trans se venden baratas y hay mucha gente que no tiene dinero para comprar pescado. Hay que meditarlo profundamente porque es un problema médico y también social.
Le han propuesto en más de una ocasión hacerle una biografía...
—La vida está llena de cosas satisfactorias y otras que no lo son. Decir que todo es maravilloso es mentir, y decir la verdad, no sé, me cuesta. Mi vida no difiere mucho a la de otros compañeros.