Més per Mallorca camina hacia la autodestrucción. Y lo hace con seguridad, sin prisa pero sin pausa.
La crisis desatada en Més tiene una complicada solución, pese a los esfuerzos actuales por arreglar el desaguisado. La decisión de Bel Busquets y Guillem Balboa, refrendada por la Ejecutiva, de apartar a Miquel Ensenyat del Senado y a Fina Santiago y Vicenç Vidal del Govern, ha desatado una crisis de grandes proporciones en Més per Mallorca.
La culpa debe compartirse entre muchos actores de un reparto conformado por grandes ambiciones y casi unánimes mediocridades. La dicotomía entre los antiguos militantes del PSM y de Iniciativa Verds se ha roto, aunque continúa instalada en el alma de casi todos.
Ensenyat ha mostrado una espeluznante falta de ambición, interpretado por muchos como un pasotismo impropio de un dirigente. Fina Santiago y Vicenç Vidal tampoc acertaron al dar por hecho que ellos serían los escogidos para entrar en el Govern. Y los negociadores también fallaron al alcanzar un pacto de vergüenza con el PSIB, pese a que fuera refrendado por la militancia. La asamblea es soberana, pero Busquets y Balboa, además de Ensenyat, debieron luchar para que los militantes no aceptaran un pacto que no satisfizo a casi nadie. Las sillas y el miedo a quedarse sin trabajo provocaron que Més aceptara el acuerdo.
Y también tienen su parte de responsabilidad históricos dirigentes de la formación como Biel Vicens, Antoni Alorda... La excesiva ambición es uno de los grandes males de la política. Y en este conflicto también han tenido su papel los que aspiran a apartar a unos para alcanzar una mejor posición. Antoni Noguera contribuyó al malestar al considerar que el pacto alcanzado para el Govern no era satisfactorio, como si el firmado para el Ajuntament de Palma fuera mucho mejor. Noguera ha dejado claro que no quiere ser senador ni conseller y que dentro de cuatro años no aspira a ser candidato a la presidencia del Govern, aunque si la militancia se lo pidiera no me extrañaría que su alto sentido de la responsabilidad le obligara a aceptar.
Entre los triunfadores de las elecciones, Miquel Oliver no tiene previsto por ahora acudir regularmente a Ciutat y Lluís Apesteguía, en cambio, flamante alcalde de Deià, aspira a casi todo.
Los errores han sido múltiples y diversos en los últimos años. Més per Mallorca consiguió sus mejores resultados en 2015 cuando la gestión de José Ramón Bauzá impulsó a los econacionalistas, que capitalizaron buena parte del descontento con el entonces presidente del Partido Popular. El primer gran error fue el pacto, entonces solo con el PSIB -Podemos se quedó fuera del Govern-. Més renunció a gestionar Educació y, en cambio, insistió en dirigir Turisme. Y desde entonces Més ha encadenado errores. No acertó al gestionar la crisis desatada con Jaume Garau y tampoco acertó con el adiós de Gabriel Barceló, que dimitió como vicepresident del Govern, pero continuó como parlamentario.
El último gran servicio que debe hacer un líder es, precisamente, garantizar una sucesión ordenada, que no sea digitada, pero que obtenga el respaldo mayoritario de la militancia. Y el proceso de primarias, con ganadores y perdedores formando tándem, fue un fiasco como lo había sido la elección de dos coordinadores para dirigir la formación. Han demostrado una evidente falta de liderazgo.
Miquel Ensenyat, tras ganar las primarias para ser cabeza de lista al Parlament, renunció al papel de líder y, una vez celebradas las elecciones, escogió el retiro dorado del Senado renunciando a encabezar la formación política en el Parlament.
En definitiva, que cuando la legislatura acaba de iniciarse, Més ya cuenta con cadáveres por doquier. Ensenyat, Santiago, Busquets o Balboa no tienen futuro en Més. En todo caso, la experiencia de estos últimos días también deja claro que hay muertos que están muy vivos.