Investigadores del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (Imedea) han identificado en los fondos del puerto y la bahía de Palma 269 especies de gusanos marinos, algunas de ellas invasoras y con mayor diversidad fuera del espacio portuario.
El análisis ha sido respaldado por la Autoridad Portuaria de Baleares (APB), que lo ha presentado este lunes junto a los científicos que los han llevado a cabo, y su propósito era analizar estos organismos como indicador de la biodiversidad marina del entorno del puerto y de la incidencia de la actividad náutica en ese medio natural.
Además, el estudio perseguía determinar la eficiencia de la secuenciación masiva de ADN como herramienta de identificación de especies y seguimiento del estado de conservación de comunidades marinas.
Los científicos Joan Pons (Imedea) y María Capa (UIB) han desarrollado una metodología de análisis mediante técnicas de secuenciación masiva de ADN que han aplicado con gusanos marinos recogidos en muestras de sedimentos y raspados de superficies duras del puerto de Palma, el Portitxol, la reserva de Cala Blava y la isla de Sa Porrassa.
El análisis de estos gusanos o anélidos, de los que habitan en Baleares unas 500 especies y que son, por tanto, buenos indicadores de perturbaciones medioambientales, ha establecido que en el puerto hay «una baja diversidad de especies» debido a «condiciones ambientales degradadas», ha indicado la APB en un comunicado.
Sin embargo, la variedad en los muros más expuestos de las instalaciones portuarias, incluidos los de los muelles de cruceros del dique del Oeste, presentan gran variedad de especies, algunas de ellas propias de ambientes sin presencia humana.
Además, los científicos han detectado varias especies invasoras, pero no saben cuándo y cómo llegaron a Mallorca. Algunos de estos gusanos forman densas colonias de tubos calcáreos que pueden obstruir canales, compuertas y otras infraestructuras, o dañar los cascos de los barcos.
En cuanto al propósito metodológico del estudio, la detección morfológica común permitió la identificación de 203 especies y mediante secuenciación de ADN se diferenciaron 122, un 40 % menos, con un solapamiento del 50 %.
«Ambos métodos, por tanto, consiguen resultados complementarios y permiten, en combinación, incrementar el conocimiento de la composición de las comunidades marinas», concluyen los investigadores.