Con la muerte de Margarita Cerdá Cifre, condesa viuda de Perelada se engrandece su leyenda pues su historia, digna de las novelas que han enamorado a los románticos de todos los tiempos, deja un legado moral y ejemplar a sus descendientes y a todos aquellos que la conocieron y también a aquellos que en alguna ocasión no supieron estar a la altura de tan alta personalidad. Estas líneas son un homenaje a su grandeza.
Margarita nació en Pollença el 6 de diciembre de 1920 en el seno de una familia muy humilde que se vio en una situación extremadamente difícil con la muerte prematura del padre cuando la madre estaba embarazada de su sexto hijo, lo que obligó a todos a trabajar desde muy temprana edad.
Esta situación marcó a Margarita toda su vida, más cuando de casó siendo todavía una jovencita poco instruida con el hijo mayor y heredero del conde de Perelada y marqués de Vivot, Antonio de Montaner Sureda, perteneciente a una de las grandes familias de la nobleza mallorquina, entonces muy conservadora y cerril , y que no aceptó el matrimonio del heredero con una joven inteligente y bellísima pero que no pertenecía a su clase.
Los Perelada desheredaron a su hijo aunque no pudieron arrebatarle sus títulos ni una legitima que consistió en una casa en el Mal Pas de Alcúdia, casa que gracias al empuje y el trabajo incansable de Margarita se convirtió en el Hotel Mal Pas, un referente y la semilla del emporio hotelero Prinsotels que hoy dirige su hijo y actual conde de Perelada.
Margarita y Antonio de Montaner tuvieron tres hijos , uno de ellos murió siendo un niño y otro en un accidente de aviación de Spantax en los años 80, tan solo ocho meses después de haber fallecido su marido tras una larga enfermedad que le había condicionado toda la vida, lo que la obligo a trabajar con mas afán para sacar a su familia adelante al tiempo que hacia crecer sus negocios.
Margarita nunca tiró la toalla, siguió adelante instando a todos a ser cuidadosos, discretos, sin parar de repetir a los suyos, todos empresarios de éxito y muy trabajadores, que el amor estaba no solo en las caricias y los besos, también en la perseverancia de cuidar a los tuyos. Trabajo, ahorro, y un respeto absoluto por todos los que la rodeaban definieron a la condesa viuda de Perelada toda su vida, sin mirar clases ni orígenes, pues la dama nunca olvidó los suyos, ni quiso que sus descendientes que la sobreviven - un hijo, seis nietos y trece bisnietos- olvidaran que el secreto del éxito está en el trabajo y que la nobleza la da la cuna pero hay que ganársela día a día con esfuerzo y discreción absoluta.
Para todos ellos queda el recuerdo imborrable de una mujer mallorquina de Pollença que con su esfuerzo supo estar muy por encima de los que quisieron cerrarle unas puertas que podrían haberse convertido en jaula de oro, pero que ella con su inteligencia y trabajo duro abrió de par en par dando una lección de vida a todos. Descanse en paz.