Rocío Benítez es veterinaria. En estos momentos no ejerce, pues está preparando oposiciones a la CAIB, que ofrece cuatro plazas «y somos 75 opositores», por lo que ha tenido que dejar de trabajar como camarera para dedicarse plenamente al estudio».
¿Camarera?, le preguntamos sorprendido. ¿Y por qué no veterinaria, que es para lo que ha estudiado? «Porque –dice– la experiencia no ha sido buena. Estuve en una clínica, me pagaban mil euros, trabajaba todos los días de la semana, incluso domingos, y a veces sola. Aparte de que no me compensaba por las horas que dedicaba, tenía mucha presión, pues en algunas ocasiones debía de resolver los problemas sola. Por eso lo dejé, me busqué otro trabajo y me salió el de camarera. Trabajaba bastante menos, y no todos los días, y encima cobraba más. Pero al decidir hacer oposiciones, pues yo quiero ser veterinaria, que es para lo que he estudiado, como tengo que dedicarme plenamente al estudio, he dejado ese trabajo y he montado en casa algo parecido a un albergue de perros, a los que cuido, alimento, saco a pasear y les habilito un lugar para que duerman por las noches».
Cuatro perros
Rocío añade que «son perros que me traen personas que se van de viaje, o que, a causa de su trabajo, no pueden ocuparse de ellos durante la semana y los vienen a buscar en los fines de semana y… Pues que me dedico a esto porque estoy obligada a estar en casa por los estudios, y también porque me gustan los animales».
Ahora mismo tiene cuatro perros, un bulldog francés, Cosmo, dos Schnauzer, Bimba y Samba, y un Pomerania, Akis, que la siguen a todas partes, «y que cuando estudio se quedan quietos, cerca de donde estoy, haciéndome compañía».
Entre perros y estudios
Rocío, que llena la minipiscina que tiene en la terraza de su casa con agua por si alguno quiere darse un chapuzón, los alimenta, los mima; si no están bien, los cuida, y los saca a pasear, «como mínimo tres veces al día… ¿Que cómo se portan? Muy bien. Son perros socializados, lo cual hace que no haya problemas en la convivencia. Aparte, yo domino al perro, y no él a mí. Y lo consigo a base de cariño y disciplina, nunca a través de voces. Ellos saben que si les doy una cosa es porque yo quiero, y no porque ellos quieren».
Eso significa que nunca tiene vacaciones y mucho menos cuando son vacaciones para los demás: veranos, Semana Santa, Navidad, además de domingos y fiestas, «que es cuando me dejan los perros. Por eso, de vacaciones, nada de nada. El único respiro que tengo es por las tardes, cuando llega mi pareja a casa, después del trabajo. Entonces él se queda con los perros un rato y yo salgo a dar una vuelta, a despejarme. Porque entre perros y estudios, no paro».
En el caso de que el dueño del perro le diga que no puede convivir con otros, «si me avisa con antelación, puedo cogerle a él solo, entonces le cobro 25 euros por día, ya que me dedico exclusivamente a él, pero si son varios, como ahora, cobro entre 15 y 20 euros por perro».
«Y es que somos muchos»
Rocío, como decimos, quiere ser y ejercer de veterinaria, profesión muy saturada, «tanto por el número de veterinarios que somos, como por las clínicas que hay, incluso clínicas de bajo precio a causa de la crisis, por lo que la competencia es grande. Por ello trato de hacerme con una de esas cuatro plazas».
Y en cuanto a lo de ganar más de camarera que de veterinaria empleada, «pues sí. Nada que comparar entre lo que gana esta y lo que percibe el que pone copas. Y que conste que los camareros me merecen todos mis respetos; me parece una profesión muy digna. Pero es que nosotros nos hemos estado preparando durante muchos años, estudiando mucho, para encontrarte al final con que hay pocas posibilidades de trabajo. Y es que somos muchos, hay muchas facultades de Veterinaria y cada año son también muchos los que terminan la carrera, por lo que el mercado está prácticamente saturado. De ahí que una de las pocas salidas que quedan son las oposiciones, que por otra parte te obligan a estudiar durante todo el día, lo cual hace que no puedas trabajar, a no ser que te las ingenies como yo.»