Parece mentira que un partido curtido en mil batallas como el PP haya caído en el error de elegir presidente a un 'pato cojo' como Pablo Casado. El palentino voluntarioso es todo un modelo de joven dinámico, de pura casta de la calle Génova, de cachorro con encanto, capaz de ganar unas elecciones. Por eso lo eligieron. Más vale un cojo curable con futuro que sor Soraya y sus dossiers, que desprenden demasiado tufo a Mariano Rajoy, a pasado y a retahíla de escándalos. El PP quería pasar página al precio que fuese. El problema es que esta tarifa se ha convertido en demasiado alta en el momento en que la jueza de turno ha decidido elevar al Supremo el asunto del máster, poco después de que un escándalo casi calcado acabase con la carrera política de Cristina Cifuentes.
Ahora el PP tiene a un presidente renqueante y a expensas de lo que pueda salir publicado en los próximos meses. Cabe recordar que Cifuentes proclamó casi desgañitándose que no lograrían descabalgarla del poder. Pero dos botes de crema en un cuartucho del Eroski y una cámara de seguridad la liquidaron para siempre.Tras este patético antecedente la angustia del PP es total: ¿Se repetirá con Casado un tétrico capítulo semejante? ¿Habrá puñalada por la espalda? ¿Viviremos la fría venganza de algún grupo de derrotados en el pasado congreso del los populares?
En principio parece que el Supremo podría exculpar a Casado, bien por prescripción del asunto, bien porque los indicios contra él son débiles. Pero el problema es la guerra interna popular y la posibilidad que que aparezcan nuevos indicios, pruebas o banderillas negras. Casado afirma que lo que le han hecho no tiene parangón en Europa. No es cierto. En Alemania han tenido que dimitir varios ministros y altos cargos por falsificar parte de su tesis doctoral. De hecho, fue esta 'tea' teutónica la que encendió el fuego español, primero con Cifuentes y ahora con Casado.
El fondo de la cuestión es de noche de Walpurgis. Todo es sucia guerra interna, cuchilladas intestinas por el poder y ajustes de cuentas. Y el culebrón viene de lejos. A Rajoy le estalló en la cara el desastre de los SMS de Bárcenas tras haber roto amarras con Aznar. ¿Hubo venganza entonces? ¿La hay ahora contra Casado tras haber dejado en ridículo a Soraya, la pupila de Mariano? Dentro de unas semanas lo sabremos. Por un lado viendo los movimientos del Supremo. Y por el otro a la espera de si surgen o no nuevas pruebas-cargas-de-profundidad contra Casado.
Mientras, Pedro Sánchez se frota las manos. Tiene al principal partido de la oposición tocado en la línea de flotación cuando hace sólo un trimestre gobernaba España con mano de hierro. ¿Esperará mucho Sánchez a convocar elecciones? Probablemente sólo unos meses, dependiendo de como se desarrolla el calvario de Pablo Casado. Dependiendo también del comportamiento de sus 'aliados' de Podemos. Y, sobre todo, de cómo se desarrolla el proceso catalán. Queda mucha tela que cortar, pero Sánchez tiene ahora la gran oportunidad de volver a convertir al PSOE en el primer partido de España. Y no puede desaprovechar esta oportunidad teniendo al PP a la deriva, con una cojera cada vez más intensa.