Desde que Rosa Estaràs cometió el año 2010 el tremendo error de nombrarle su sucesor, a José Ramón Bauzá le entran ataques de paranoia y delirios de grandeza cada vez que hay vacío de poder en su partido. No es nuevo. Le salió a la perfección aquella primera vez que ahora salta como un gamo cada vez que huele un nuevo espacio en el que abalanzare.
Ahora quiere recolocarse de cara al inminente congreso del PP. «No tiene a nadie detrás, juega de farol, pero en Madrid hay gente que aún no lo tiene calado y busca reubicarse en la nueva dirección del partido». Naturalmente, desde Palma ayer ya se estaba advirtiendo a la calle Génova de que no se fiasen ni un pelo de Bauzá, porque acabará apuñalándolos a todos.
La fama de Joserra de acuchillador trapero de todos los que le apoyan para llegar a la cúspide proviene de la famosa reunión convocada hace ocho años por Rosa Estaràs, por entonces presidenta del PP-Balear y recién elegida eurodiputada. Rosa reunió a su vicepresidente primero, Pere Rotger; al segundo, José Ramón Bauzá, y al secretario general, Guillem Estarellas, y les comunicó que quería dejar la presidencia. Rosa miró a sus dos vicepresidentes y les preguntó si alguno de ellos dos se veía con ánimos de coger el relevo.
El sucesor debía ser Pere Rotger, número dos del partido. Pero Rotger dudó, tal vez a causa de la sorpresa que le supuso la marcha de Rosa o quizás por señorío prefirió que fuesen otros quienes le promoviesen. Fue el error de su vida. Bauzá pasó de señoríos y caballerosidades y enseguida se ofreció para ser el sucesor. Se mostró como un político entusiasta que trabajaría en pro de la unidad del partido con el apoyo del sector regionalista, que era el 70 por ciento de la organización. Rosa se tragó el anzuelo y le nombró heredero. Pere Rotger, caballeroso y leal, puso la Part Forana a los pies de Joserra.
Pero la cadena de traiciones que protagonizó José Ramón en los meses posteriores marcó época y ha dejado tocado al PP-Balear, probablemente por espacio de décadas. Al poco Bauzá comenzó a despreciar a Rosa Estaràs y a marginarla. Y se la habría cargado del todo si no fuese porque tenía buenas relaciones con la cúpula de Génova. Más tarde, se cepilló a Pere Rotger, que le había abierto el paso a la presidencia, forzándole a dimitir como presidente del Parlament de una manera denigrante y vergonzosa por una imputación judicial que ha acabado en nada. Jamás se había humillado al president del Parlament como lo hizo Bauzá con Rotger.
La retahila de felonías que protagonizó Bauzá dejaron maltrecho al sector regionalista. Finalmente, llegó el hundimiento de José Ramón en las urnas hace tres años. También le echaron de la presidencia del partido. Pero supo escabullirse y logró que le nombrasen senador autonómico. Y en Madrid se ha dedicado a conspirar contra la actual cúpula del PP-Balear y contra el president Company, que le arrasó en las primarias.
Ahora Bauzá se ha hecho 'liberal' en Madrid, después de haber perseguido en Baleares a maestros y profesores por colocar símbolos cuatribarrados y haber intentado arrinconar la lengua propia de Balears preservada por el Estatut. Joserra ha comprendido que en el barrio de Salamanca, en el corazón de los madriles, liberalismo y facherío se confunden. En aquel barrio 'igualdad ante la ley' es sinónimo de uniformismo castellano.
Y allí se intenta recolocar José Ramón. «Si hay alguien que le apoye, debe saber que no tardará en acuchillarle por la espalda», se comenta, con sorna, en Palma. «Le dan ataques de paranoia y delirios de grandeza, y los que le escuchan no son conscientes del peligro que corren».