El órdago de Pedro Sánchez de presentar moción de censura contra Rajoy tras ser invitado a dar el paso por un Pablo Iglesias herido en su orgullo tras el cachondeo del chalet de Moratalaz, ha abierto de pronto una nueva correlación de fuerzas en España (habrá que ver si suficiente) para provocar la caída del presidente del PP tras los últimos escándalos de corrupción.
Muchos lo habían olvidado, pero en el Congreso la izquierda en bloque más los nacionalistas catalanes y vascos tienen mayoría absoluta. Esta correlación de fuerzas no era operativa hace dos años por la resistencia interna del PSOE andaluz a que se estructurase y marcase objetivos comunes. Susana Díaz se apresuró a proclamar y dibujar 'líneas rojas'. Prohibió¡ a Sánchez pactar con independentistas, luego dejó que se estrellase. Finalmente, Susana Díaz dio un golpe de mano contra Pedro y le expulsó de la secretaría general.
Pero luego llegó la sorpresa. Hace un año la sultana fue batida y humillada por las urnas internas y, encima, ahora tiene a sus padres políticos Chávez y Griñán rezumando olor a colonia marca banquillo. Con la sultana callada por imperativo de la podredumbre, Pedro Sánchez tiene las manos mucho más libres para establecer pactos e intentar llegar a la Moncloa y así lo ha demostrado con la presentación de esta moción de censura.
En clave pacífica y con una losa de ochenta años por encima, esta nueva correlación de fuerzas que se está perfilando en el Congreso es parecida a la de 1936, y con antecedentes también semejantes. Recordemos: en 1934 la Generalitat de Companys dio un golpe de mano con el objetivo final de lograr la independencia. Companys fue encarcelado por el Gobierno derechista del Bienio Negro. En 1936 fue restituido por el Frente Popular. Entonces Companys se mostró leal a la República española.
En el otoño de 1936, Franco y su cuerpo de ejercito marroquí se acercaban a sangre y fuego al Madrid republicano. Los catalanes acudieron en masa a defender a sus hermanos madrileños. Los batallones Libertad-Lopez Tienda, Jaume Graells, Engels y más tarde la Columna Durruti, entraron en línea junto al Manzanares y ayudaron a frenar el avance franquista. El Barça financió con los fondos del club la compra de varios aviones de combate. Algunos de sus futbolistas se convirtieron en pilotos. En el Guadarrama fue hecho prisionero por los franquistas y fusilado Josep Sunyol, presidente del FC Barcelona. En la Ciudad Universitaria los catalanes combatieron muy cerca de la XI Brigada Internacional, compuesta por alemanes. Sus actuales herederos políticos, el partido Die Linke, son los más activos defensores de Carles Puigdemont en Berlín.
Aquella correlación de fuerzas de 1936 dejó atrás los intentos separatistas del 34 y todo tipo de prejuicios entre los partidos que conformaban el Frente Popular. Eran otros tiempos, era otra realidad, eran otros sueños. Pero el solo anuncio de Pedro Sánchez ha despertado muchas ilusiones, no poca pasión y mucha memoria. Incluso resuena otra vez la frase de la periodista norteamericana Laura Gelshorn, amante de Ernest Hemingway: «Todos fuimos a defender Madrid. Excepto Shakespeare, allí estábamos todos».
No parece que saldrá adelante la moción de censura contra Rajoy. El PNV no está ahora dispuesto a jugársela como lo hizo hace ochenta años, cuando puso a 30.000 gudaris armados al servicio de la defensa de la República española. También el PSOE actual es fuente de fricciones, con una de sus alas que prácticamente se confunde ideológicamente con el PP.
Pero el anuncio de Sánchez ha levantado corazones (por supuesto desde una perspectiva pacífica) dentro y fuera de España, al uno y al otro lado del Ebro, como entonces.