Las toallitas húmedas y bastoncitos higiénicos, así como también compresas o tampones que se tiran por el inodoro le cuestan a las arcas públicas entre 240.000 y 250.000 euros.
Desde Emaya se informa de que alrededor de 1.000 toneladas de impropios llegan cada año a las estaciones depuradoras de aguas residuales u obstruyen las canalizaciones de la ciudad. Eso supone un sobrecoste de 75.000 euros anuales por la retirada y el transporte de estos residuos y las averías que provocan en la entrada de las depuradoras. A ello hay que sumar otros 170.000 euros de coste por las obstrucciones y averías en la red de alcantarillado. En total, entre 240.000 y 250.000 euros cada año.
El problema de los residuos sólidos no degradables que se vierten a las conducciones sanitarias, que se ha visibilizado recientemente tanto aquí como en otros países, no es nuevo. De hecho, se recuerda desde la empresa municipal, «es un problema que aparece más o menos a finales de los años 90, pero ha aumentado en la última década, en el momento en que las toallitas pasan de ser solo para bebés a generalizarse su uso». Estos residuos crean un importante daño al medio ambiente, ya que a diferencia del papel higiénico, la composición de estos paños hace que no se desintegren fácilmente en contacto con el agua. Desde Emaya se advierte que las toallitas no son biodegradables, «pero incluso las que ahora vienen etiquetadas como biodegradables causan los mismos problemas porque no hay tiempo para que se degraden».