Las palabras del hotelero Gabriel Escarrer criticando el incremento de la ecotasa durante la solemne inauguración del Palacio de Congresos ha provocado una escandalera monumental. Se ha liado parda. Y no es para menos. El Palau le ha costado a los bolsillos de los ciudadanos más de cien millones de euros públicos. Es la inversión más grande de Balears tras Son Espases. Cuando el hotelero adjudicatario del Palau pronunció estas palabras ante el vicepresident y conseller de Turisme, Biel Barceló, y el alcalde de Palma, Antoni Noguera, ambos de Més, el gol se les coló por debajo de las piernas. Quedaron retratados.
Será porque la iluminación que le ha dado Patxi Mangado al edificio es muy original, o será porque las aguas bajaban removidas, lo cierto es que a Noguera se le puso la cara color pistacho y a Barceló de una rara tonalidad Nesquik. Su expresión era enfermiza, claramente preocupante. Fue un golpe muy duro, que encajaron como pudieron. Ya se vieron venir desde el primer instante que dentro de su formación política habría pataletas, como así fue.
A ello hay que añadir que Agustín El Casta se atavió de Jaume III, rey injusamente tratado por la Historia, que en nuestros tiempos ha sido apropiado por los sectores gonellistas defensores de que el mallorquíin no es catalán. El Casta, un gran artista por encima de todo, acabó su show coronado proclamando: «¡Viva la Guardia Civil, que lo arregla todo!». La Casa Real había sido avisada con anterioridad que haría de Monarca ante Felipe VI. En el Govern, al parecer, no se enteraron de nada.
Como se sabe, el vicepresident Barceló y el alcalde Noguera habían asistido unos días antes en Can Alcover a un acto donde había miembros de todas las organizaciones soberanistas mallorquinas en apoyo del referéndum de Catalunya. Con Barceló y Noguera presentes, se canto Els Segadors, se grito «votarem!» con insistencia y devoción, y se coreó i-inde-indepenci-a. Más unos días después, allá en el Palau, se tuvieron que tragar, siendo autoridades responsables de la adjudicación, a Jaume Gonella entre aplausos de los presentes.
Al acabar el acto, Francina Armengol despidió a Felipe VI y a Letizia. Dos minutos después Armengol comentó: «Este acto no lo ha organizado el Govern. Ha sido la cadena Melià quien lo ha hecho. Nosotros nos hemos limitado a ayudar un poco para que actuasen els Blavets de Lluc y la Orquesta Simfònica. Nada más».
Ahí estaba la clave. Jaume Matas impulsó la construcción del Palacio de Congresos como ejemplo de la colaboración público-privada. La alcaldesa socialista Calvo siguió por este camino. Tras muchos avatares, un dineral público invertido y una concesión a la cadena Melià, se llegó al día de la solemne inauguración. Y ahí está el gran error político: Biel Barceló y Antoni Noguera se desentendieron de la gala cuando, lo lógico, es que sus equipos hubiesen trabajado con los profesionales de Melià para que saliese un solemne acto de inauguración a gusto de todos. Pero se lavaron las manos y se desentendieron.
¿Fue falta de previsión? ¿Fue 'vaguitis'? ¿Fue desidia? ¿Fue que 'no n'hi a més'? Nunca se sabrá. Lo cierto es que en la calle Montenegro y en la Plaza de Cort no previeron que Gabriel Escarrer, a sus 82 años, y dándole vía libre, diría literalmente lo que le dicta su conciencia. Y respecto a la gonellada de Jaume III, nadie puede exigir a los ejecutivos de Melià capacidad de análisis sobre la mitología política mallorquina adaptada a la actual correlación de fuerzas dentro del poder autonómico. Lo suyo es vender paquetes turísticos y cazar clientes. Y si El Casta ejerció de rey para hacer reír al Rey entra dentro de este esquema profesional.
Desde el momento que el Govern se desentendió de colaborar activamente en la celebración de la gala, el follón estaba servido. Lo que los dirigentes de Més no se trabajan, que luego no lo critiquen. Además, con la Vicepresidència turística por un lado y Cort por el otro. Ahí está la clave de este ridículo.