Carmelo Chillida (Caracas, 1964) dejó Venezuela en abril del año pasado junto con su esposa, Marianella Durán. Poeta y periodista, Chillida trabajó en el diario Tal Cual, referente entre los medios de comunicación opositores a Hugo Chávez y Nicolás Maduro, y fundado por Teodoro Petkoff, político y economista ahora retirado. Chillida también fue profesor de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. Instalado en Madrid, trabaja en el digital alnavio.com y ahora pasa unos días de vacaciones en Mallorca.
¿Por qué decidió salir de Venezuela?
—Porque la situación era insoportable. Mis abuelos eran españoles y tengo la nacionalidad española. El abuelo paterno se escapó de una cárcel de Franco y se metió de polizón en un barco sin saber a dónde se dirigía. Así llegó a Venezuela. El abuelo materno emigró a Venezuela por voluntad propia, huyendo del hambre y la represión en España. Ahora yo he hecho el camino de vuelta y he perdido mis derechos laborales y de jubilación, aunque cobraba el equivalente a 8 euros al mes como profesor universitario.
¿Cómo ha llegado Venezuela a su situación actual?
—Hugo Chávez tenía una mentalidad cuartelaria. No respetaba al adversario político, intentaba aniquilarle. Con él se perdieron la separación de poderes y 40 años de democracia sólida y consolidada en Venezuela. Cuando intentó un golpe de Estado en 1992, el error del entonces presidente Rafael Caldera fue indultarle y no inhabilitarle políticamente. Después de todo eso, Chávez se aprovechó de una corriente popular de simpatía hacia él por el hastío general con la política imperante y la corrupción. En las elecciones de 1999, Chávez gana, comienza a concentrar poderes en el Ejecutivo y la corrupción se multiplica. Es el principio del fin de la democracia consolidada de Venezuela, con sus defectos, pero al menos con unas mínimas garantías institucionales y de separación de poderes.
¿Había alguna esperanza de que con Nicolás Maduro la cosa cambiaría?
—Maduro tenía fama de no ser de los más radicales del chavismo. Había expectativas en algunos sectores. Fue un espejismo. Yo mismo no esperaba nada bueno de él. A Chávez, al menos, había que reconocerle el carisma, pero también tuvo a su favor un barril de petróleo a 120 dólares. Maduro no supuso ninguna mejora. En el recuento de las elecciones de 2013, el opositor Henrique Capriles iba gananado claramente hasta que en el último momento se produjo un vuelco inesperado y el Consejo Nacional Electoral decidió que Maduro había ganado por unas décimas. Un auténtico fraude.
¿Cómo puede acabar toda esta situación tras la configuración de la Asamblea Constituyente?
—En Venezuela hay hambre, no hay medicamentos, la hiperinflación es ahora del 720 % y, según el Fondo Monetario Internacional, en 2018 puede alcanzar el 2.000 %. El aparato productivo privado ha desaparecido. Llevamos años pensando que «esto no lo puede aguantar ningún gobierno», pero seguimos empeorando. Ahora, desde el pasado abril, ya tenemos más de 100 muertos y 500 detenidos. Se han cerrado 49 medios de comunicación y los que quedan practican la autocensura para sobrevivir. Desde que Chávez llegó al poder, dos millones de venezolanos han emigrado, cuando nuestro país era receptor de inmigrantes. Y la ex fiscal general, Luisa Ortega, exiliada en Brasil, afirma que Maduro es dueño de una empresa registrada en Méjico que controla los comités locales de abastecimiento y producción en Venezuela. Si esto se confirma, Maduro estaría haciendo negocio con el hambre de los venezolanos.
¿Hay fisuras en el chavismo?
—Yo dejaría de definir la situación como chavismo y oposición, sino como rebelión popular frente a una dictadura. Sí hay alguna fisura. De hecho, hay intentos de acercamiento entre la rebelión popular y el chavismo disidente. Y tiene que haber malestar en parte de las Fuerzas Armadas, pero la solución no tiene que ser militar. No obstante, me cuesta creer que el chavismo pueda abandonar el poder por las buenas.
Se habla de embargos, sanciones. Trump habla de intervención militar...
—Hablando de una intervención militar, Trump le hace un favor a Maduro. Y los embargos y las sanciones no pueden ir contra el pueblo venezolano. La verdad es que Maduro está cada vez más solo internacionalmente y sólo Bolivia y Cuba se pronuncian claramente a favor de la Asamblea Constituyente.