Es camarera de piso, fija discontinua. Desde marzo y hasta octubre, trabaja en un hotel ocho horas al día, cinco días a la semana. Su situación laboral, dice, «es buena», pero la sobrecarga de trabajo es brutal. «Queremos trabajar con dignidad. Ahora sabemos cuáles son nuestros derechos laborales, pero cuando luchas por algo que mereces por ley te acosan laboralmente; existe un acoso vertical, pero también horizontal, de los propios compañeros».
Tiene 54 años, padece lumbalgia casi crónica, pero «este año me encuentro mejor», celebra. Es una de las camareras de piso que este viernes estará en la Plaza de España reclamando sus derechos junto a Kellys Unión Baleares en una convocatoria que se ha extendido por otras ciudades. «Queremos trabajar en condiciones. Muchas padecen estrés y depresión porque el ritmo de trabajo es muy fuerte», asegura. El acoso en este sector existe, «pero es muy difícil demostrarlo. Quien quiere luchar para demostrarlo se ve desprotegida». «Las camareras de piso teníamos fama de ser gente mediocre, pero no es así. Hay gente con carrera, gente que se está formando e informando. Tenemos derechos laborales, y luchamos por ellos, pero es ahí cuando te atacan».
Ahora en temporada alta dedican alrededor de dos horas de las ocho de la jornada «a asumir tareas que antes hacían otros trabajadores en las zonas comunes. Luego entramos ya en las habitaciones. Son seis horas a un ritmo frenético en el que hacemos entre 25 y 30 habitaciones cada una». «Hay que entregar a tiempo y ahí es cuando llega la presión de unos y otros. En este trabajo existe también el factor sorpresa. Nunca sabes lo que te vas a encontrar cuando abres la puerta de una habitación y lo que eso va a suponer de retraso. En verano también hay más camas supletorias, cunas,... ».
En el trabajo de las 'kellys' hay «mucho esfuerzo físico. Subir y bajar escaleras, cargar con bolsas de basura, subirnos a taburetes para limpiar cristales cada vez más altos,... Hay mucho desgaste músculo-esquelético por la repetición de movimientos». Eso les provoca muchas lesiones, algunas crónicas,... De ahí que pidan que se reconozcan las enfermedades profesionales y la jubilación anticipada. «¿A los 67 trabajando? Pero si algunas con cincuenta no podemos más, estamos machacadas. Eso al final va en detrimento del servicio. A los 67, con el ritmo que llevamos, no podremos llegar a los baremos de calidad que nos piden».
Después de explicar a Ultima Hora cómo es una jornada cualquiera, esta trabajadora explica que muchas compañeras se marchan a casa preocupadas ante la incertidumbre: «¿Se quejarán o no los clientes?». Asegura que algunas empresas aprovechan estas opiniones para «quitarse a trabajadores del medio».
Con la manifestación de este viernes quieren que se les escuche porque «queremos trabajar mejor».