Hay que reconocerle a Més su capacidad para el oportumismo político en el más profundo sentido de la palabra: liarla parda. Reclamar una policía autonómica balear justo en medio de la tormenta que está cayendo en Madrid tratando de buscar errores en la actuación de los Mossos en los atentados de Barcelona y Cambrils es lo mismo que echar sal en una cafetera. En estos momentos, no está el horno para ensaimadas. Y mucho menos si llevan relleno soberanista. No es extraño que el PSIB haya huido de la propuesta cual carro flamígero a galope tendido, perdiendo las crines y las herraduras en el empeño.
Se supone que Més tiene claro que están saltando chispas porque la Guardia Civil y la Policía Nacional se sienten discriminadas por la jefatura de los Mossos y sus responsables políticos de la Generalitat. Hasta el Wall Street Journal ha publicado sonados artículos sobre la capacidad catalana para defenderse. Mejor habría sido para Més callar y esperar una coyuntura más propicia para empujar a favor de esta reivindicación histórica del Archipiélago.
Pero ahora, y tal y como está el patio, pedir una policía autonómica es una reclamación que escuece más que una cataplasma de papel de lija. Para entenderlo, basta leer o escuchar al poderío mediático capitalino. Tratan a la dirección de los Mosos como si fueran el estado mayor de Pancho Villa. En realidad, al poderío madrileño le ha caído como un mazazo en el dedo gordo el hecho de que la Prensa internacional haya elogiado el trabajo de los agentes catalanes.
Y en esto, ha salido el portavoz David Abril reclamando la creación del cuerpo de isleños indomables. Es lo que faltaba para el duro. Encima ha calificado de 'ejemplar' la actuación catalana. Sólo le ha faltado compararlos con los almogàvars. Pero lo seguro es que Més recibirá pocos cachetes por este atrevimiento. El PSIB no irá más allá de meterse en la madriguera y esperar a que pase el chubasco. Y el PP tiene un buen callar en esta cuestión porque la formación de este cuerpo era el sueño dorado de José María Rodríguez, que nunca pudo llevar a buen puerto.
Objetivamente, Balears necesita su policía autonómica, con la mirada puesta en el turismo. Precisa de agentes que hablen idiomas, expertos en control de pasaportes e incluso ágiles para hacer más livianas las saturaciones y aglomeraciones de todos los veranos. Pero cada cosa a su hora. Los políticos catalanes recrearon y reconstruyeron la institución de los Mossos d'Esquadra poco a poco, en perfecta colaboración con los Gobiernos centrales, primero con González y luego con Aznar, y tardaron lustros es desplegarse por todo su territorio. No tuvieron prisa y ahora cosechan resultados.
Por tanto, no hay que perder la ilusión por poder contar algún día en Balears con esta estructura de seguridad adaptada al terreno al milímetro. Pero en otro tiempo y en otras coyunturas. Exigir ahora es arriesgarse a un portazo morrocotudo por parte de Moncloa y sus ministros. Mentar policía autonómica en estas horas eléctricas es cargarse el invento por espacio de generaciones. Hay que tener paciencia. Es harto sabido: las ensaimadas deben reposar sus buenas horas antes de hornearse.