José Ramón Bauzá está en su salsa en el Senado. Se le ve engolado en el hablar, técnico en sus exposiciones, cuidadoso a la hora de colocar los folios en sus intervenciones...la Comisión de Defensa es su paraíso particular, su plataforma de relanzamiento político. Se ha transformado en un madrileño de capa, bombín y organillo. Y cada vez que habla se marca un chotis.
Este jueves rebatió en nombre del PP la petición de Esquerra Republicana para que las maniobras militares que se celebren en cualquier territorio deben contar con el permiso del ayuntamiento correspondiente.
El tema tiene su intríngulis porque, tal y como está el patio catalán, que Defensa tenga que pedir permiso a los municipios para desplegar sus fuerzas operativas mueve a reflexiones de todo tipo, incluso las más preocupantes.
Pero Bauzá lo tiene claro: Defensa no tiene que pedir permiso municipal. El senador de Esquerra que defendió la exigencia, Bernat Picornerll, habló de la «cultura de la paz» para exponer sus argumentos. Pero Bauzá, entre coñas e indirectas (educadas, eso sí) hacia ERC, insistió en que el valor primordial, del que hizo gala, es «el patriotismo». Es decir, que el expresident está cada vez más alineado con el ala más dura del PP madrileño, con aquellos que se creen que más allá de la M-30 sólo existen provincias (en el mejor de los casos) y colonias en los lugares más extremos de la periferia, con Balears como prototipo de territorio exprimido fiscalmente y despreciado como sociedad diferenciada.
Bauzá es un senador autonómico, enviado por el Parlament Balear, compuesto en su gran mayoría por representantes del pueblo que piensan de una manera muy diferente a Joserra. Es más, el PP-Balear está controlado por el ala regionalista, poco sensible a los patrioterismos capitalinos de corneta, tambor y paso ligero.
Parece un contrasentido que la Cámara autonómica, repleta de progres y regionalistas, tenga un representante en el Senado al que, a veces y escuchándole, sólo le falta un parche en un ojo para que parezca Millán Astray. Eso sí, tremendamente comedido y preciso en sus intervenciones. Pero, desde una óptica mediterránea e isleña, este senador autonómico parece más escorado a la derecha que el caballo tuerto de Gengis Khan. ¿Pero como un prototipo de este calibre ha llegado a representante de Balears en la Cámara territorial española? ¿Es acaso nuestro reflejo?
Bien está que Bauzá quiera hacer carrera en Madrid, pero no aprovechándose de su condición de haber sido elegido a dedo. Su giro hipermadrileñista nos distorsiona a todos ¿Qué pasaría si Defensa decidiese hacer maniobras militares en Mallorca, como el desembarco en Alcúdia que organizó Franco hace ya más de medio siglo? Atendiendo a la literalidad de los principios de Bauzá, la Armada puede tomar Magalluf en pleno agosto sin ninguna pega ni ningún permiso municipal.
Todo eso es consecuencia de la hiriente ligereza y nula dignidad que impera en el edificio del antiguo Círculo Mallorquín a la hora de nombrar los senadores autonómicos. Se trata de un vergonzante reparto de cromos. No se exige ni se encarga a los nombrados el listado de valores, principios e intereses que se defenderán en Madrid. No se les reclama nada.
De hecho, al propio Bauzá el PP lo largó al Senado para quitárselo de encima tras el desastre electoral del 2015, cuando perdió 15 diputados. Pero luego le han dejado suelto en la Plaza de la Marina Española sin que se le exija ninguna explicación sobre lo que hace o deshace. Va por libre (respecto a Balears) cual águila de San Mateo que sólo responde ante Dios y ante la Historia.
Ahora se dedica a impartir lecciones de patriotismo y se ha transformado en portavoz del madrileñismo más ardiente y rancio. ¿Quién le ha elegido para desarrollar esta misión? ¿Habría salido senador con sus exhibiciones corneteras si el pueblo le hubiera votado directamente? Esa es la clave. ¿Porqué el Parlament Balear es tan frívolo a la hora de enviar representantes a Madrid? Luego nos pasa lo que nos pasa...Más de dos mil millones de euros se van cada año al Manzanares para no volver jamás. Los madrileños se quedan con el madroño y nosotros les enviamos al oso.