Las possessions son parte esencial de nuestra arquitectura tradicional, antaño estas grandes fincas se convirtieron en el revulsivo económico de Mallorca, una isla centrada básicamente en el sector agrícola.
Cómo era la actividad cotidiana de las possessions, cuántos trabajadores tenían, qué productos se cultivaban o cómo se organizaba su gestión son algunos de los aspectos que el investigador, filólogo y escritor Tomàs Vibot desgrana en el libro La possessió mallorquina. Arquitectura, explotació i quotidianitat (El Gall Editor). Estas fincas eran unas grandes porciones de tierra que pertenecían a un único propietario (senyor) y estaban destinadas a la explotación agropecuaria a partir de un gran contingente de mano de obra.
El origen de esta distribución de la tierra viene ligado a la época musulmana y el posterior Repartiment, «aunque el término possessió aparece en el siglo XV y se consolida en el XVI a partir de las consecuencias de la Revolta Forana», explica el autor. Este sistema económico agrícola se mantuvo hasta el boom turístico. Vibot comenta que su manera de funcionar fue «inamovible hasta el siglo XIX, que empieza a entrar en decadencia».
Las possessions de hoy día «se encaminan hacia los destinos que marcan sus propietarios, por lo que encontramos algunas que aguantan ejemplarmente los nuevos tiempos, mientras que otras han sido parceladas y las casas están en ruina», lamenta.