Distintas fuentes de la jerarquía de la Iglesia mallorquina han advertido el significativo gesto del arzobispo de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares, el cual ha declinado la invitación del obispo de Mallorca, Javier Salinas, para que participase en la misa central del Any Ramon Llull prevista para el próximo día 25 de este mes de enero en la basílica palmesana de Sant Francesc.
La ausencia de Cañizares en el oficio religioso en honor a Llull, precisamente cuando se está pendiente de que el Vaticano otorgue la condición de santo al beato mallorquín –la causa se encuentra desde el pasado año tramitándose en Roma–, se interpreta como una maniobra deliberada para evidenciar la soledad en la que se encuentra en estos momentos el obispo Salinas tras el escándalo suscitado por la denuncia formulada por Mariano España, que le acusa de haber destrozado su matrimonio al mantener una relación inapropiada con su esposa que era la encargada de las relaciones institucionales de la Diócesis de Mallorca. El marido despechado elaboró un amplio y documentado informe de los encuentros con su entonces mujer que remitió tanto al propio Salinas como al nuncio Renzo Fratini. Por este motivo, el prelado fue llamado a capítulo por el Vaticano el pasado mes de diciembre.
Desde entonces, la posición de Salinas al frente de la Diócesis de Mallorca ha quedado muy debilitada y ha generado una importante corriente crítica interna, circunstancias que le sitúan como un personaje incómodo en el seno de la cúpula de la Iglesia española y que explican la decisión del cardenal Cañizares de evitar una aparición conjunta.