«¿Tan difícil es que mis hijos puedan estar juntos en la misma residencia?», pregunta en voz alta Manuel Huertas Bauzá (Palma, 1939), padre de Francisco, que el próximo mes de julio cumplirá 44 años y tiene un autismo severo, y de Manuel, de 38 años, con diagnóstico de psicosis.
«Mi hijo mayor está interno en Son Tugores desde 1991, antes estuvo en Lluerna (Hospital Psiquiátrico), y sólo lo tuvimos en casa de pequeño. Han sido años muy duros», reconoce Huertas.
Su segundo hijo, Manuel, ha vivido muchos más años en casa. «Su madre ha aguantado todo lo que ha podido. Reconozco que las mujeres son mucho mejores que los hombres; todo lo que ha hecho su madre no lo podríamos pagar...», afirma.
«Mi hijo Manuel vive en una vivienda tutelada de Amadiba y yo no lo puedo ni visitar porque me quitaron su custodia por orden judicial», explica.
«Lo que pido es que mis dos hijos puedan estar juntos y poder pasar tiempo con ellos. Con Francisco puedo estar varias horas cada día. Voy a Son Tugores y le ayudo a comer, y estoy con él, aunque haya días que son muy duros. Sin embargo a Manuel no le veo, no sé nada de él, no sé como está», afirma angustiado.
Huertas, defensor de la labor desarrollada por los trabajadores de Son Tugores, afirma: «Me da igual dónde estén ingresados, pero lo que me gustaría es que estuvieran juntos y bien atendidos».
Pero sus hijos no son su única preocupación. «Mi mujer está ingresada en una clínica, aquejada de Alzheimer y no quiere ni verme. Nuestra vida en común ha sido complicada. Carmen ha sufrido mucho, porque ella se ha hecho cargo de mi hijo Manuel durante mucho tiempo y probablemente yo no le he apoyado lo suficiente».
De hecho, Manuel Huertas reconoce que su mujer le denunció por maltrato, «el juez me dio la razón a mí, pero el enfrentamiento fue muy duro y la situación se enrareció mucho. Ella ya empezaba a no encontrarse bien. Las asistentes sociales optaron por ingresar a mi mujer en una clínica y a mi hijo Manuel en Amadiba, y a mi me quitaron la custodia de mi hijo pequeño».