José López tiene 89 años, apenas ve sombras y reside desde hace tres años en la residencia de mayores de La Bonanova, aunque su estancia allí está siendo «un calvario».
Desde que vive en este lugar ha compartido habitación con cuatro personas, «a cada cual más imposible de aguantar», y aunque ha solicitado varias veces poder tener una habitación individual, «no sé por qué siempre se me ha denegado sin ninguna explicación».
Su paciencia se ha agotado. «Vivo en un estado nervioso excesivo», afirma, tanto que asegura que si no se le da una solución, «tendré que buscar yo alguna más drástica. Me estoy volviendo loco y me vienen a la cabeza ideas un poco absurdas, me he planteado el suicidio».
José es barcelonés de nacimiento, pero residió 30 años en Argentina, 14 en Brasil y algunos en otros países. Llegó a Palma al principio de la crisis, para vivir con una sobrina cuando su visión empezó a empeorar. «Me integré muy bien con personas del 15-M y cuando se me acabó el dinero y con él el buen trato por parte de mi sobrina, ellos me ayudaron a entrar en la residencia», dependiente del Consell.
Al principio compartió habitación con un hombre que insultaba y se exaltaba con cualquier persona que entrara a saludar o conversar con José. «Me cambiaron y me llevaron con otra persona que defecaba con la puerta abierta y si yo la cerraba la volvía a abrir», relata. Cuando también se quejó, recaló con un tercer compañero «que lo primero que me dijo nada más entrar es que si no me iba de allí me iba a pisar la cabeza».
Actualmente comparte espacio con otra persona sordomuda «que grita por las noches, enciende las luces, etc., y ya no sé qué tengo que hacer para que me dejen estar en una habitación solo o al menos estar con una persona normal y racional. He llegado a un punto de desquicio absoluto», reconoce.
José se queja del trato recibido por parte de las responsables de la asistencia social y psicológica del centro, «que son los que han decidido que debo estar con esas personas».