«La talidomida nos causó un daño gravísimo y así lo hemos denunciado en el juicio». Esta frase la pronunció ayer Jaume Ferrer Isern, el único mallorquín que participó en el juicio celebrado en el juzgado de primera instancia número 90 de Madrid contra la farmacéutica alemana Grünenthal por la venta del fármaco que causó las malformaciones en los fetos de las mujeres que lo tomaron.
Ferrer pertenece a la Asociación de Víctimas de la Talidomida en España (Avite). «Yo nací sin la mano izquierda porque mi madre tomó talidomida durante el embarazo», explicó Ferrer.
Discapacidad
El mallorquín, de 55 años de edad, casado y padre de dos hijos, cuenta con un certificado de discapacidad del Govern balear en el que se le reconoce un 65 % de discapacidad. «Me han reconocido un 65 % de discapacidad pero no que la causa sea la talidomida porque dicen que no hay certificado para ello», afirmó ayer Ferrer.
A pesar de su discapacidad de nacimiento, por la que no cobra ni un euro, Ferrer ha realizado todo tipo de trabajos, el último de celador en un colegio de Binissalem, municipio del que es natural y en el que ha vivido toda su vida.
«Hoy -ayer para los lectores- hace un año que me quedé sin trabajo, gracias a una decisión del alcalde de Binissalem que eliminó la plaza que yo estaba ocupando».
«Como integrante de Avite he participado en dos reuniones con el president Bauzá. Nos recibió muy bien y dijo que nos ayudaría, pero yo no he visto la ayuda por ninguna parte», puntualizó.
Por otra parte, comenta que su madre, que todavía vive, le ha explicado en muchas ocasiones que fue su médico quien le aconsejó que tomara la talidomida: «tómese estas pastillas que vienen de Alemania y lo curan todo, son milagrosas», le dijo.
«Tengo el brazo izquierdo con el tendón destrozado por la falta de la mano y el brazo derecho está sobrecargado y sufro mucho», explica Ferrer, que lo único que desea ahora «es que se haga justicia» al tiempo que se congratula de que la asociación haya demostrado los problemas que el fármaco provocó.