Mario Conde ha pasado el verano preparando su candidatura como cabeza de lista de su partido, Sociedad Civil y Democracia. Así que no ha podido disfrutar de su querida Mallorca de la manera que le hubiera gustado: pasando un mes en la Isla, aunque hubiera tenido que ir y venir. Se ha tenido que conformar con menos. Y es que las elecciones en Galicia son lo primero, y para ello hay que ir preparado. Y encima, todo ha sido precipitado por el adelando de las fechas que ha impuesto el presidente de la Xunta. Aprovechamos su fugaz paso por Mallorca para repasar la situación que atraviesa España.
—¿Se presenta a las elecciones gallegas como cabeza de lista de su partido?
—Este próximo sábado, día 15, en Santiago de Compostela, se celebra un congreso de Sociedad Civil y Democracia, obligado por el adelanto forzado de las elecciones gallegas. Nos han concedido muy poco tiempo. Intentamos llegar. En ese congreso se verá si lo conseguimos o tenemos que esperar forzados por ese adelanto, que, en nuestra opinión, en parte ha sido debido al rescate y en parte al intento de evitar nuevos partidos, concretamente Sociedad Civil. No es fácil pero lo intentamos. Pero si en el Congreso se decide ir a las elecciones, entonces lo lógico, lo normal es que yo encabece la lista por alguna de estas dos provincias: Orense o Pontevedra. La elección dependerá de una decisión final que tendremos que tomar en ese momento. Mi familia tiene raíces en las dos provincias.
—¿Qué ofrece al pueblo gallego para que le vote?
—Creo que en Galicia, como en el resto de España, existe un desencanto absoluto respecto de la clase política. Hay una especie de convencimiento de que los que han creado el problema no van a solucionarlo. Galicia no es una isla en España. No puede serlo. En un mundo global hablar de espacios de exclusivismo no tiene el menor sentido. Por eso el futuro de Galicia se incardina y depende del de España, en Europa y en el mundo. Por eso hay que comenzar a cambiar las reglas de juego y conseguir que sea la propia sociedad gallega la que administre sus intereses. Es un movimiento que afectará a toda España y que comienza en Galicia, si el pueblo gallego lo quiere. Devolveremos a la sociedad gallega sus derechos y eliminaremos los privilegios de la clase política, la tiranía de los partidos. Le ofrecemos romper con el modelo de clase política endogámica, acabar con esos privilegios. Una administración de la cosa pública hecha por quien verdaderamente es el dueño: la propia sociedad y establecer las normas que garanticen que la situación actual no se repetirá en el futuro.
—El presidente de la Xunta, y candidato por el PP, dice que votarle a usted es votar a la izquierda o a los nacionalistas...
—La clase política dominante ha utilizado dos mecanismos para perpetuarse: el voto útil y el mal menor. Los dos han funcionado pero la gente se ha dado cuenta de que el voto útil es en ocasiones el más inútil y el mal menor conduce a males mayores. Ya no cuela. Un gobernante debe pedir que le voten por sus méritos no para evitar que vengan otros. Nosotros nada tenemos que ver ni con esa izquierda anticuada ni con los separatistas. Pertenecemos a otro mundo. Si la gente nos vota será porque nos quiere a nosotros, no porque quiera que vengan otros. Ni el mal menor ni el voto útil funcionan ya, porque la sociedad sabe que con esas ideas hemos llegado hasta donde estamos al día de hoy. La clase política no tiene credibilidad para decir esas cosas. La gente se da cuenta de que con esas frases lo que busca es seguir a toda costa en el poder.
—Observamos que comienza por Galicia, pero ¿algún día estará en todo el país? ¿En Balears, por ejemplo?
—Creo que, con los matices que se quiera, los males que nos aquejan afectan a toda España, porque la clase política se proyecta sobre todo nuestro territorio nacional. Comenzamos por Galicia pero el proyecto es nacional. Hay que dar un primer paso. No tengo la menor duda de que si la sociedad civil gallega reacciona el efecto se expandirá por toda España. Es sólo cuestión de tiempo. Balears es para mí como mi segunda patria chica, porque he pasado muchos años en esa tierra y la quiero como propia. Como dije en Caimari creo que me he ganado el derecho a no ser foraster después de tantos años. Me encantaría que la sociedad balear reaccionara. Hay gente buena en política, pero la tiranía real de los partidos dominantes es implacable y hay que cambiarla por el protagonismo de la sociedad civil.
—¿Nos van a rescatar?
—El rescate es algo inevitable. Lo llevo diciendo hace mucho tiempo. Es inevitable mientras se persista en un modelo de política económica como el que ha defendido Rajoy. Es lógico que quieran evitarlo porque implica reconocer un fracaso. No olvidemos que Rajoy dijo tres cosas antes de las elecciones: que podíamos salir y sabía como hacerlo, que no subiría impuestos y que no tocaría prestaciones básicas. Ahora ha subido impuestos, nos dice que España no tiene libertad para solventar sus problemas, ha tocado sueldos de funcionarios, prestaciones por desempleo, y en el horizonte el tema de las pensiones. Demasiado dramático el cambio para que el pueblo español lo crea. La sociedad está triste y tiene miedo al futuro. La confianza en el presidente del Gobierno es muy escasa. Eso hace que no tengamos un proyecto nacional sólido y así es difícil salir.
—¿Cómo se ha llegado a esta situación?
—Rajoy no es el único responsable. Zapatero dejó una situación muy mala. Todo empezó años atrás con el dinero procedente del euro y la euforia especulativa inmobiliaria. El país se endeudó hasta las cejas. No cambió el modelo productivo. Seguimos como si fuéramos ricos y en realidad no lo éramos. Ahora nos damos de bruces contra la realidad. Y lo malo es que Rajoy ha aplicado un modelo a mi juicio equivocado. La economía real se desmorona. Las empresas desaparecen por falta de circulante. Los bancos no prestan. Las medidas de recorte generan más depresión. Hay que recortar claro, pero no a base de destruir la economía real. Al final, si no creamos riqueza nos hundiremos de modo irreversible.
—En el caso de que haya rescate, ¿qué va a suponer para el bolsillo de los españoles? O dicho de otro modo, ¿en qué nos afectaría?
—Rescate es pedir dinero prestado a precios inferiores a los del mercado. Si Europa lo da comprando deuda española pedirá dos cosas: primero que lo solicitemos, como prueba del fracaso. Segundo, que ofrezcamos garantías de cómo devolver el dinero. Y como no crecemos, como no ganamos, no tenemos otra que ofrecer más reducción de gastos. Eso se traducirá, por tanto, en recortes en prestaciones por desempleo, reducciones adicionales de sueldos de funcionarios, sanidad, educación y posiblemente pensiones. Hay que tenerlo claro porque es lo que pasa en los países rescatados.
Pero si con eso no se pone en marcha la economía no habremos solucionado nada: habrá sido pan para hoy y más hambre para mañana. La única solución es un plan de crecimiento económico real y el ajuste del Estado, en tamaño, funcione y en forma de organizarnos. El modelo actual ha fracasado rotundamente y es necesario repensarlo.