A las 11.00 horas de ayer, una agente de la ORA caminaba por la calle Joan Mestre, justo frente a la mezquita Abderrahman, en el barrio de Pere Garau. Todo tranquilo, salvo algún cuchicheo y poco más de un grupo de hombres que se encuentran en una esquina de la calle. «Sí», contestó a la pregunta de si trabajaba sin problemas ante la mezquita. Declinó hacer cualquier otra declaración.
Y es que ayer no fue un día normal. Después de casi nueve meses sin que mujeres de la ORA realizaran su trabajo en los alrededores de la mezquita (por ser víctimas de insultos por parte de personas que acudían al templo), regresaron a la zona para controlar los estacionamientos.
Los vecinos de la zona, en su mayoría, apoyan esta decisión. «Hay algunas personas muy machistas y no consienten que una mujer los multe. Seguro que han sido dos o tres, no todos. Me parece bien que vuelvan, las mujeres se manejan mejor que los hombres», afirma Paco. Aziz no lo tiene claro. En una terraza y junto a un amigo musulmán comparten un café. «Las chicas tienen que estar en casa, mejor que trabajen en la ORA los chicos. Ellas tienen que estar en la cocina, con la familia, cuidando de la casa», señala. Su amigo asiente.
Antònia apoya el regreso de las agentes: «Me parece muy bien que vuelvan y, los otros, que son las que no las dejan en paz, que se acomoden a nuestras creencias. Ellas se están ganando el pan». En una línea similar se expresa Laid, que tiene un puesto de dulces en el barrio. «Es normal que hagan su trabajo, tanto los chicos como las chicas. El problema surge cuando aparcas cinco o diez minutos para hacer un recado y te encuentras con una multa. A mí me pasó una vez, que paré un momento y me multaron. Eso enfada bastante».
La calle Joan Mestre vivió ayer una mañana sin incidentes, aunque con la expectación propia que genera un protagonismo inusual. «Me parece muy bien que vuelvan las agentes porque si no, ganan los listos. Siempre que sean sólo amenazas, va bien. Seguro que también ha habido más de un chico agente que ha tenido problemas», añade Isaac.
Pilar entiende que las controladoras recharan durante un tiempo trabajar en la zona. «Si se metían con ellas, lo entiendo. Yo también tendría un poco de miedo. Si una persona está cometiendo una infracción, me parece bien que se le multe, es lógico. Si trabajaran sólo chicos en esta zona, sería mejor», afirma. Por último, María apela a unos derechos y deberes que se debe cumplir. «Algunos musulmanes no pueden hacer y deshacer. Todos tenemos unos derechos y unos deberes».