Los más de cinco mil tripulantes del portaaviones nuclear norteamericano Dwight D. Eisenhower 'tomaron' ayer Palma al desembarcar en sucesivas oleadas mediante mediante una flotilla compuesta por cuatro grandes golondrinas que, desde su llegada han establecido un servicio permanente de comunicación entre el coloso naval y el dique del Oeste. Allí, aprovechando la amplitud de la plataforma mixta de pasaje y carga, se ha montado un auténtico village donde los marines disponen de unas carpas para tomar un primer contacto con el puerto. También pueden saborear unos refrescos antes de coger uno de los treinta autocares alquilados para su traslado a Palma o a Magaluf, playa preferida por la VI Flota y también por su ambiente vespertido.
Nada más desembarcar, los marines estadounidenses se encuentran una larquísima parada de taxis dispuestos a trasladarles a cualquier punto de la isla. Y es que según las estadísticas, los marines gastan en tierra mucho más que un crucerista. Hasta tres veces si se trata de un oficial. Todo un auténtico negocio ocasional, de pingües beneficios, que empieza por los medios de transporte y continúa en numerosos comercios, además de bares y restaurantes. Para ello se ha activiado un completo sistema logístico ideado para hacer lo más agradable posible su estancia en Mallorca, una isla que vuelve a aparecer en los lugares preferidos para descansar en la agenda de la Sexta Flota. Para rubricar esta realidad el president del Govern, José Ramón Bauzá recibió ayer el contraalmirante Michael C. Manazir en el Consolat de Mar, acompañado por el capitán Marcus A. Hitchcock, los oficiales Mike Smith y Corey Jacobs y la portavoz de prensa, Julia Casper. Una reunión a la que asistió también la agente consular de los Estados Unidos en Palma, Amy Christiansen.