Había cierta expectación ayer por la mañana frente a la Catedral, donde la Familia Real, sin Cristina ni Iñaki, se reunía para asistir a la tradicional misa de Pascua. Y la había, dado que la sombra de Urdangarin sigue siendo alargada. Había varias incógnitas: ¿Soltaría alguien algún improperio contra la Familia Real?, ¿se escucharía alguna voz en contra del yernísimo...? o ¿los ciudadanos de Palma mostrarían, por contra, su apoyo a los Reyes? Nóos y Palma Arena siguen estando ahí, vivos, e Iñaki, a quien vocearon duramente durante sus dos comparecencias ante el juez, es uno de sus principales protagonistas.
Pues sí. Se escucharon voces, gritos... ¡Y de qué modo! Gritos de «¡Viva el Rey!», «¡Viva la Reina!», «¡Vivan los príncipes de Asturias!». Gritos y sonoros aplausos. Y algún que otro «¡Guapa!» que la Reina respondió con su sonrisa. Quedó claro que a la Familia Real aquí se le quiere y se está de su lado. Por ello se sumaron a la bienvenida el president del Govern, José Ramón Bauzá, y la presidenta del Consell de Mallorca, Maria Salom. Y así se les dio apoyo institucional. Al menos es lo que entendimos muchos. Otra cosa no cabe. Nunca antes hubo tal recibimiento, ni en tiempos de Matas.
Como no podía ser de otro modo, los Reyes y sus hijos llegaron puntuales, minutos antes de mediodía. El Rey, la Reina y la infanta Elena, en un Volvo conducido por el propio Monarca, y los príncipes de Asturias, con las infantas Leonor y Sofía, en un Ford familiar.
En la puerta del templo le aguardaba el obispo, Jesús Murgui, junto con los canónigos de la Seu, y los representantes políticos. Poco antes de posar, el Rey, que llevaba cogida de la mano a su nieta Sofía, señaló a los fotógrafos e invitó a la pequeña a saludarlos. Sofía, sonriendo, movió su manita, a la vez que les decía «¡Hola!».
En cuanto al modo de vestir de ellas... Sobre todo, la combinación pantalón y chaqueta. La princesa Letizia, sencilla y discreta, lucía una chaqueta de color blanco roto, camisa con motivos marrones y pantalones beige. El calzado, como acostumbra, alto y, en esta ocasión, cerrado. Doña Sofía combinó el rojo y el negro, aunque con falda, mientras que doña Elena prefirió también el pantalón, acompañado con chaqueta de raya marinera. Por su parte, las pequeñas Sofía y Leonor llevaban unos vestiditos verdes, con dibujos, y unas rebecas de color verde más oscuro.
Tras la misa, que ofició el canónigo Joan Bauzá, que además es periodista y fue misionero, la Familia Real fue de nuevo ovacionada por las algo más de quinientas personas que habría, entre ellas turistas alemanes –turistas de crucero– y turistas españoles del Imserso. Bauzá y Salom despidieron a los Reyes y a sus hijos, que en sus respectivos automóviles regresaron a Marivent.
La Familia Real puso ayer así punto final a su estancia en Palma, habiendo sido la Reina quien más tiempo ha permanecido estas fiestas en la Isla, aunque no se le vio mucho, sólo el martes saliendo del cine y el jueves, en la fábrica de cristal Fiore, en la carretera de Valldemossa.