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El piloto mallorquín asesinado en Kabul no estaba asegurado

La familia de Antonio Planas ha descubierto que el fallecido carecía del seguro de vida obligatorio para los pilotos contratados

La viuda del piloto, durante la entrevista en exclusiva con este periódico el lunes.

| Palma |

Un infortunio tras otro. La familia de Antonio Planas, el piloto mallorquín asesinado en Kabul durante un ataque talibán, ha descubierto que no tenía el seguro de vida obligatorio para pilotos, que debía facilitarle su compañía aérea. De esta forma, es casi imposible que su esposa y su hija cobren compensación económica alguna por el atentado terrorista.

Ariadnna era la compañía aérea que había subcontratado a Saga Airlines, la afgano-turca para la que volaba Antonio Planas. El piloto mallorquín ya había acabado el contrato con esa compañía, e iba a fichar en breve por otra con sede en Dubai. Aun así, el fallecido aceptó trabajar otra semana más, «para no dejar tirados a sus compañeros», explicó Manuela Cañadas, la viuda.

No ha cobrado

Esos días que el piloto trabajó de extra, todavía no le han sido abonados a la viuda, lo que ha provocado extrañeza en la familia: «Se han portado muy mal». En este sentido, no fue hasta el pasado 13 de julio cuando Manuela recibió un email con el pésame de Saga Airlines: «Un poco tarde, teniendo en cuenta que su muerte ocurrió el 19 de junio».

Los compañeros pilotos de Antonio Planas están apoyando económicamente a la viuda y la hija de ocho años del fallecido, que se encuentran en un complicado momento económico. Los 21.000 euros que costó repatriar el cadáver de Afganistán a Palma los ha pagado el Ministerio del Interior: «El seguro de Toni sólo cubría hasta 3.000 euros, así que hemos de agradecer el detalle del Ministerio», contó ayer Manuela.

El piloto asesinado era taxista y también trabajó de comercial con su mujer. «Su padre murió joven y no le pudieron costearle la carrera de piloto, que era su sueño. Siempre tuvo la espina clavada y con 38 años se decidió a estudiar para piloto. Nos costó mucho dinero, pero era su sueño», recuerda Manuela.

Antonio entró en Air Pal, en Son Bonet, y quedó el primero de su promoción. Ya podía ser instructor de vuelo y empezó a dar clases aeronáuticas. Luego fichó por Regional Wings: «Eso fue una gran estafa. Le pidieron 50.000 euros para entrar, así que otra vez quedamos hipotecados. Luego la compañía quebró y él empezó a buscar otro trabajo. Estuvo tres años en Air Comet, pero tras la fatídica gestión de Díaz Ferrán también cerró», cuenta la viuda.

Deudas

El piloto mallorquín pasó ocho meses sin cobrar «pero él no se rendía nunca, así que tiró currículum por todo y al final lo cogieron en Saga Airlines. Le pagaban mal, pero era mejor eso que nada».

El día 29 Antonio celebraba su último vuelo. Ese día regresaba a Palma, donde le aguardaba una fiesta de su familia y amigos. Bajó a la recepción del hotel Intercontinental para intentar hablar con Aina, su hija. La luz se había ido, como casi siempre en Kabul. Cuando estaba allí le sorprendió el ataque de los terroristas. Una ráfaga de metralleta de un talibán lo mató.

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