Si la vulnerabilidad adoptara algún rostro se llamaría Marga, tendría una cara de ángel, una mirada lánguida y una sonrisa lacónica. Ayer las carcajadas de esta niña, de sólo cuatro años, se apagaron de golpe en el momento en que el Consell de Mallorca intentó apartarla de los padres de acogida y llevarla a un centro de menores mientras no se resuelva el proceso judicial para la custodia de un padre biológico que ni habla su lengua ni ha visto nacer a la niña.
Sílvia Fabregat, la madre de acogida, se dirigía ayer al IMAS con la pequeña Marga. El ambiente era triste. Sílvia hacía de tripas corazón, pero los padrinos, Joan Fabregat y Catalina Ripoll, no podían contener las lágrimas. Le habían comprado unos cuadernos de pintura para que se entretuviera en el centro. En este calvario no estaban solos.
Delante del IMAS, un centenar de vecinos, amigos y familiares daban todo el apoyo moral a los Fabregat con pancartas reivindicativas de los derechos de la menor.
Padre biológico
Una hora después apareció el padre real. «Poca vergüenza», «dónde estabas antes» y «déjala en paz» eran los gritos de los congregados mientras Marga se agarraba fuerte a los brazos de Sílvia en un primer intento del padre biológico de cogerla.
La pequeña ayer no fue a ningún centro. Ayer el Consell no se llevó Marga, pero la ley no concede derechos a estos padres ni escucha la voluntad de la niña.