Achuchones, calor, empujones, besos, abrazos. Sa Llonja reluciente tras la restauración y fin de acto sin cóctel, lo que agradecí, porque así pudimos irnos prontito a escribir. Algo bueno ha de tener esta crisis que nos atenaza. Ayer fue el gran día y san José Ramón Bauzá subió a los altares entre las columnas elicoidales que diseñó Guillem Sagrera, con las que se midió en altura, aunque apuesto a que pocos notaron que el espacio vestía remozado. Los incondicionales estaban demasiado ocupados en gozar, en deleitarse, en encontrar hueco para tocar al ungido.
Así son estas ceremonias del poder, intensas, y la adrenalina sustituyó al cava. Yo me siento feliz porque Àlvaro Gijón (PP) cambió de tercio y de terno, optando por el gris veraniego, y porque Antoni Verger (PSM) confirma mis pronósticos como macizo oficial de Cort. Poco más puedo decir de los señores, nada valientes en sus estilismos y nula concesión a la tendencia en cortes o tejidos, a pesar de la canícula. Esos ternos oscuros y entretelados me subían los sofocos con sólo mirarlos.
Lo mejor fue el encuentro con la 'presidenta', Alejandra Marquina, que intentaba pasar desapercibida y no lo consiguió.
Encontrarla entre el gentío era un objetivo y resultó un trabajito de investigación que me impidió prestar atención al discurso de su marido, si bien tuve tiempo para cazar una frase al vuelo que me dio mucha tranquilidad. Fue cuando dijo, en catalán, que «nuestra cultura y territorio» eran prioridad total en su programa de gobierno, y ¡sólo dos días después de que hubiera anunciado un Ejecutivo sin Conselleria de Cultura! ¡Que alegría, que alborozo! Es que Bauzá es así, se ennovia con Antich, rectifica, lo dicho, ¡santo, santo, santo!
Pero tengo que volver a la 'primera dama', por mucho que ella me insistiera en que lo suyo no es la primera fila. De hecho, ayer ocupaba la quinta, la E, en el tramo central de sa Llonja, donde permaneció apartada del barullo y donde conseguimos arrancarle unas palabras. Eligió un conjunto de vestido y abrigo gris marcado con cinturón estrecho en beige, peep toe en ante del mismo tono y cartera de mano. Acierto total. Debería impartir un cursillo a las colegas del president.
A su lado, la minifalda de Ana Mato (PP) se reveló como un despropósito, y Mabel Cabrer (PP) volvió a equivocarse. ¡Ay señora portavoz! Ese hombro al descubierto era totalmente inadecuado para el acto. Debe poner remedio a su look, que bascula entre bodas y primeras comuniones.