El alcoholismo es una enfermedad que no tiene cura pero cuyo curso puede interrumpirse durante el resto de la vida si quien la padece deja de beber. Esa es la norma de trabajo de Alcohólicos Anónimos, una comunidad de hombres y mujeres que reconocen su dolencia, comparten sus experiencias, su esperanza y su fortaleza personal sobre su problema, y que ayer celebraron en Palma el 76 aniversario de la fundación en EE UU de los grupos de autoayuda y recuperación.
En Mallorca, que es el área XIV de Alcohólicos Anónimos en España, funcionan doce grupos cuyas sesiones, dado el perfil de nacionalidades de la Isla, se desarrollan en español, alemán e inglés. El único requisito para ser miembro de Alcohólicos Anónimos es el deseo de dejar la bebida y el interés en la sobriedad continuada de quienes recurren a la comunidad para pedir ayuda.
De hecho, la conciencia de que no hay cura definitiva, sino una lucha diaria contra la enfermedad significa que cuando se participa en un grupo no se abandona cuando se deja de consumir bebidas porque se trata de ayudar a los recién llegados.
Cuando se toma la palabra en Alcohólicos Anónimos se dice el nombre de pila seguido de la frase «soy alcohólico». Los demás contestan «gracias», repiten el nombre del interviniente y le escuchan con atención.