Las autoridades municipales de Palma inauguraron la calle Blanquerna a bombo y platillo el pasado 11 de diciembre haciendo hincapié en su condición de vía peatonal y eje clave para el desarrollo del comercio en esa popular arteria.
Pocas semanas después, el ciudadano se encuentra con la gran sorpresa de que su paseo por la zona es interrumpido por decenas de coches estacionados -¿no era una calle peatonal?-, además de la sensación de abandono que dan sus maceteros huérfanos de plantas de Navidad -algunas fueron robadas el mismo día de la inauguración- y las calles sin barrer.
Es cierto que resulta inadmisible el comportamiento incívico de algunos, pero también es reprochable que los máximos responsables del Ajuntament de Palma se inhiban ante tamaño desaguisado. Blanquerna padeció obras interminables durante meses, que pusieron a prueba la paciencia de vecinos y comerciantes. Por ello, no se entiende la pasividad de la Administración ante situaciones que se podrían evitar.