El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha sido contundente en su rechazo a las peticiones de abaratamiento del despido en España formuladas por los presidentes del Banco Central Europeo y del Banco de España, Jean-Claude Trichet y Miguel Àngel Fernández Ordóñez, respectivamente. La tesis del jefe del Ejecutivo es que la responsabilidad de gobernar es diferente a la de pronunciarse como experto, además de defender que una modificación del actual marco laboral en nuestro país debe ser fruto de un acuerdo amplio entre todos los agentes sociales.
Zapatero insiste en que la salida de la crisis pasa por un cambio en el modelo productivo de España, basado hasta ahora en el desmesurado crecimiento del sector inmobiliario. Lo cierto es que el problema actual de la economía española, a diferencia del resto de la mayoría de miembros de la Unión Europea, es el desplome del sector de la construcción; no parece que éste vaya a resolverse abaratando el despido. En la misma línea tampoco tiene un excesivo sentido abogar por la flexibilización del mercado laboral -un término que nadie ha logrado definir con claridad- tal y como hace el Partido Popular, cuando no hay otro país europeo con tantas modalidades de contratación como las vigentes en la actualidad en España.
Parece razonable la actitud del presidente del Gobierno cuando trata de buscar soluciones estructurales para la salida de esta crisis en lugar de medidas coyunturales, como parecen pretender otros. Si la crisis en España está siendo tan devastadora para el mercado laboral, tiene que entenderse como una consecuencia de otros errores que son los que hay que corregir. Eso es lo inteligente.