Como cada año por estas fechas se repite el ritual de la puesta a punto para la apertura de hoteles, restaurantes, bares, comercios y zonas turísticas, que abrazan una nueva temporada con idénticas dosis de ilusión e incertidumbre. Este año la nota más relevante será, cómo no, la crisis que afectará, de un modo u otro, al sector principal de nuestra economía.
Ante la ausencia de grandes reservas anticipadas, es difícil aventurar cómo va a ir la temporada. Sin embargo, aunque los temores eran fuertes ya en la pasada Semana Santa, las cosas fueron mejor de lo esperado.
Sin duda Balears ofrece atractivos suficientes para captar la atención de millones de visitantes, como ha hecho siempre, pero habrá que ver cómo se comportan los principales mercados emisores: Alemania, Inglaterra y, claro, España.
Quizá ahora que todavía estamos a tiempo sea el momento de que las autoridades nacionales reaccionen con fuerza para promocionar los destinos turísticos, tal como viene haciendo el Govern con cierta intensidad. Si a diario vemos en televisión campañas promocionales atractivas e insistentes sobre Andalucía, ¿por qué no vemos nuestras Islas? Sabemos que el coste económico de esas campañas es elevado, pero lo es mucho más arriesgarse a perder miles y miles de visitantes.
El esfuerzo no puede estar siempre en manos de los hoteleros y de las autoridades locales. En situaciones como ésta, inmersos como estamos en una crisis global, las altas instancias nacionales deben hacer un gesto claro y contundente para apoyar a la primera industria nacional, especialmente cuando la temporada da sus primeros pasos y el verano está a la vuelta de la esquina.