El boceto de trazado del futuro tranvía de Palma en el que trabajan técnicos del Govern y del Ajuntament ha generado, desde el primer momento que ha trascendido a la opinión pública, numerosas dudas y críticas sobre su viabilidad y, lo que todavía es más importante, el efecto que puede acabar teniendo en el tejido social y económico de buena parte de la ciudad. Hipotecar, como al parecer se pretende, toda una calzada de las Avingudes, desde Vía Alemania hasta el enlace con la autovía de Llevant, para el uso exclusivo del transporte público "tranvía, EMT, taxis y un carril para ciclistas" plantea numerosos inconvenientes en un escenario que, por el momento, no se conocen alternativas o hipótesis diferentes de trabajo.
Aislar a los ciudadanos, comercios, oficinas y servicios del centro de Palma suprimiendo un sentido de las Avingudes para el transporte individual se antoja una decisión de imprevisibles consecuencias. Primero porque significa bloquear el acceso a numerosas zonas del centro de la ciudad, así como a los aparcamientos subterráneos situados en las Avenidas. Y segundo porque las calles elegidas para desviar el tráfico "Antonio Marqués Marqués, Julián Alvarez, Francisco Sancho...," no podrán absorber todo el tráfico que hoy circula en una de las calzadas de las Avenidas.
Una iniciativa de esta envergadura precisa de un estudio más detallado y, por supuesto, sin ningún tipo de apriorismo. Cuando los inconvenientes superan a los beneficios, el sentido común obliga a saber renunciar. La gestión de una ciudad no puede sostenerse en un permanente voluntarismo político. El tranvía es una magnífica idea que debe ser apoyada, pero siempre que se opte por un trazado urbano adecuado a las necesidades de la ciudad. Imponer este transporte público en calles donde materialmente es impoisible es un gran error.